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De nuevo los globos aerostáticos

Actualizado: 20 feb 2023


Manfredo Monforte Moreno

GD (r) Dr. Ingeniero de Armamento. Artillero.

De la Academia de las Ciencias y las Artes Militares


El origen de los globos aerostáticos capaces de elevar cargas pesadas se remonta a 1782 cuando los hermanos Montgolfier construyeron un primer prototipo en Avignon. Apenas seis meses más tarde el invento se hizo público con un vuelo de unos diez minutos y dos kilómetros de distancia. Tras el verano de 1783, el globo transportó una oveja, un pato y una gallina en los jardines del palacio de Versalles ante el rey Luis XVI.

Para elevarse con personas a bordo debía fabricarse un ingenio mayor, por lo que en noviembre del mismo año se construyó un nuevo prototipo y se logró la primera ascensión tripulada por un joven médico, Jean-François Pilâtre de Rozier y un oficial del ejército, François Laurent, marqués d’Arlandes. Tras más de 20 minutos en el aire, el globo empezó a arder y hubo que realizar un aterrizaje de emergencia. Nadie salió herido.

A partir de ese momento, los hermanos Montgolfier se dedicaron a vender sus globos como atracción en distintas cortes europeas, entre ellas la española. Un cuadro de Antonio Carnicero muestra uno de los primeros ascensos de un globo aerostático en España —5 de junio de 1784— en los jardines del palacio de Aranjuez ante el príncipe heredero (de rey, Carlos IV) y otros miembros de la familia real. Según cuentan las crónicas, la demostración del globo Montgolfier fue accidentada, ya que el tripulante del globo –el francés Charles Bouché– resultó herido al desplomarse súbitamente el globo contra el suelo.


Un año antes del ascenso de Aranjuez, ante Carlos III, Agustín de Bethancourt había realizado la primera ascensión de un globo no tripulado en España. Pasados unos años, en 1792, los italianos Barletty y Braschi volvieron a demostrar el vuelo tripulado y más o menos controlado. En noviembre de 1792, los alumnos de la Academia de Artillería de Segovia culminaron con éxito una serie de pruebas, ante la atenta mirada de Carlos IV, del vuelo de un globo aerostático con fines militares. El objetivo principal de estos primeros vuelos de finales del siglo XVIII era obtener información relativa a las defensas de una plaza o del despliegue enemigo. De todo ello da cuenta una carta del Conde de Aranda al entonces comandante de Artillería de Segovia, José Pedraza, en la que señala el éxito de la demostración que tuvo lugar en El Escorial. En 2017, con motivo del doscientos veinticinco aniversario de este hecho histórico, que supone el antecedente más antiguo de lo que años más tarde se convertiría en el Servicio de Aerostación del Ejército, un grupo de artilleros disfrutó de un paseo en globo sobre la capital segoviana para celebrar el aniversario. Además, los ciudadanos pudieron visitar el patio de la Academia de Artillería donde estuvo instalado el globo con el que se conmemoró la efeméride. Alfonso XII fue el impulsor en España del Servicio Militar de Aerostación adscrito al Arma de Ingenieros y desarrollado finalmente por el comandante Pedro Vives en 1896.



La aerostación como deporte nació en España de la mano de Jesús Fernández Duro con el apoyo del ya coronel Vives. Ambos lograron impulsarla tras fundar el Real Aeroclub de España y organizar las primeras competiciones. Duro, con sus globos de gas, logró importantes gestas, como su famoso vuelo de 700 kilómetros que, desde Pau en Francia y sobre los Pirineos, le llevó hasta Guadix. La muerte de Duro por enfermedad y la desaparición del alumbrado de gas, entre otros motivos, sumieron a la aerostación española en un prolongado letargo que terminó con la aparición de los modernos globos de aire caliente y la iniciativa de algunos emprendedores, como Eugenio Martín Rubio y Jesús González Green. Se crearon clubes en Madrid, Barcelona, Guadalajara, Valencia y Gijón. Muy pronto el número de aficionados fue aumentando. “Ultramagic”, una fábrica de globos ubicada en Igualada (Barcelona) comenzó a fabricar los primeros globos españoles a principios de la década de los ochenta del siglo pasado. Hoy en día muchas empresas contratan publicidad en globos aerostáticos y otras hacen del ocio un negocio ofrecendo paseos en globo en todo el territorio español. Los fines de semana pueden verse en Segovia numerosos globos elevándose sobre el horizonte a primeras horas de la mañana. Dicen que subir en globo es una de las experiencias que hay que disfrutar al menos una vez en la vida.

La historia militar de los globos aerostáticos se remonta a finales del siglo XVIII, durante la Revolución Francesa. El ejército francés los utilizó para obtener información sobre las posiciones y movimientos enemigos. Durante la guerra civil americana (1861 a 1865), tanto las fuerzas unionistas como las confederadas utilizaron globos para reconocimiento y comunicaciones. En aquellos años, Julio Verne publicó (1863) Cinco semanas en globo, su primera novela, que iniciaba el famoso ciclo narrativo Viajes extraordinarios. Uno de ellos, La isla misteriosa, comienza con el robo de un globo aerostático en plena contienda civil americana. En La vuelta al mundo en 80 días, los protagonistas aprovechan los vientos dominantes de poniente.

Durante el siglo XX, los globos militares se usaron en varios conflictos, incluyendo las dos guerras mundiales. Durante la primera se utilizaron para reconocimiento, corrección del tiro artillero y como puestos de observación. El ejército español los utilizó en las campañas de África para corregir el tiro naval sobre objetivos en tierra. En este caso se usaba un globo cautivo amarrado al buque de guerra. En la GM II, fueron utilizados por los dos bandos para reconocimiento, defensa antiaérea y bombardeo. En ocasiones se elevaban como barrera para denegar el paso a los aviones enemigos o proteger zonas. Después continuaron usándose en las guerras de Corea y Vietnam, pero su uso disminuyó con la llegada de aviones y satélites más avanzados. Sin embargo, en los últimos años, los globos militares han protagonizado un resurgimiento con fines de inteligencia, vigilancia, reconocimiento y relé de comunicaciones, especialmente en áreas remotas donde la cobertura aérea o satelital es limitada y se puede operar a grandes alturas.

En el caso de bases militares en zonas calientes, suelen usarse globos cautivos dotados de cámaras que vigilan el entorno para prevenir intrusiones. Estos globos están llenos de gases más ligeros que el aire, casi siempre helio (el hidrógeno es muy peligroso, basta recordar el accidente del Hindemburg en 1937) y pueden flotar a grandes altitudes durante largos períodos de tiempo. Ofrecen una solución rentable y móvil para operaciones militares y proporcionan información en tiempo real sobre los movimientos y la actividad del enemigo. Sin embargo, son muy sensibles a las condiciones climáticas adversas y vulnerables al fuego enemigo. Otra aplicación es la obtención de boletines meteorológicos mediante sondas especializadas no recuperables.



La evolución del globo aerostático fue el dirigible, tanto de uso militar como civil. En la actualidad existen varios proyectos para la utilización de este tipo de ingenios para el transporte de grandes cargas con costes relativamente bajos. Por supuesto, todos los ejércitos observan expectantes los nuevos desarrollos para conocer sus posibles aplicaciones militares.

El uso de globos militares generalmente se limita al propio territorio de un país o en áreas donde se han desplegado como parte de operaciones militares. Sería muy extraño que un ejército extranjero realizara operaciones con globos sobre otro país sin el permiso de ese país, algo que acaba de suceder con dos globos chinos viajando sobre los EEUU y Suramérica, lo que ha provocado un nuevo incidente en la guerra fría que mantienen ambos países.

La altura de vuelo de unos 20/25 km, fuera de la envolvente de los vuelos comerciales, les hacen moverse de Oeste a Este por los vientos dominantes. Sus posibles medios de observación proporcionarían mayor detalle que la información obtenida por los satélites, al volar más cerca del suelo a baja velocidad (de 10 a 100 m/s del globo frente a los 7/8 km/s del satélite). La carga de pago del globo puede ser bastante grande, incluso con capacidad nuclear, aunque son fácilmente detectables y neutralizables.



El incidente de los globos chinos puede responder a un experimento que ha salido mal. El derribo de uno de ellos —el que volaba más al norte— puede arrojar luz sobre el propósito del vuelo y los sistemas de a bordo, aunque va a ser difícil saberlo con certeza por la tradicional discreción militar.


Imágenes: Google images

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