Manfredo Monforte Moreno
GD (r) Dr. Ingeniero de armamento. Artillero.
De la Academia de las Ciencias y las Artes Militares
La antigua Fábrica de Armas de Toledo presenta uno de los conjuntos mejor conservados y de mayor calidad de la arquitectura industrial española; en la actualidad, está ocupada por la Universidad de Castilla-La Mancha, constituyendo su campus científico-tecnológico.
El complejo industrial estuvo en funcionamiento durante más de doscientos años y tiene su origen en un único y gran edificio, ampliándose sus instalaciones según han ido cambiando y creciendo las distintas necesidades de producción, evolucionando hasta convertirse en una auténtica ciudad industrial. Se encuentra situada entre los barrios de Santa Teresa, el Poblado Obrero y San Pedro el Verde, en la margen derecha del río Tajo, a unos dos kilómetros del centro de la ciudad de Toledo.
La fábrica de armas tiene sus antecedentes en la fama y prestigio de la fabricación de armas blancas en la ciudad de Toledo, que en el siglo XVIII comienza una lenta decadencia como consecuencia de la generalización de las armas de fuego en los campos de batalla de todo el mundo. Al acceder al trono español Carlos III (1759), decide crear una fábrica de espadas en Toledo similar a la de Torre Annunziata de Nápoles, construida unos años antes. La fábrica comienza a funcionar en 1761 en la antigua ceca (casa de la moneda); por sus dimensiones permite no sólo el funcionamiento de las fraguas sino también el almacenamiento de los materiales y la salida de los productos. Se producen básicamente tres tipos de espadas en su etapa inicial: la de caballería, la de dragones y la de infantería.
En 1777, ante la necesidad de ampliar el espacio, comienza a plantearse la idea de trasladar la fábrica fuera de la ciudad, a orillas del Tajo, en el sitio llamado playa de las Barcas, para poder utilizar la fuerza hidráulica del río; para ello el monarca manda construir un nuevo edificio bajo las órdenes del arquitecto Sabatini. Las obras concluyen en su parte principal en 1780, comenzando a funcionar poco después como fábrica de espadas.
Durante las primeras décadas del siglo XIX la fábrica atraviesa varios momentos difíciles: es invadida dos veces por las tropas francesas y sólo a partir de los años treinta del siglo empieza una lenta recuperación, produciendo espadas de gran calidad. En el último tercio del siglo XIX, la fábrica toledana debe adaptarse a las nuevas necesidades del armamento y crea varios talleres de fabricación de cartuchos fuera del edificio Sabatini, comenzando un constante proceso de crecimiento, tanto de naves como de volumen de producción.
A comienzos del XX se acelera el proceso de transformación, destacando la realización de sucesivas ampliaciones, los nuevos talleres y la diversificación de sus productos. En 1910 cambia su nombre por el de «Fábrica Nacional de Toledo». La producción de armas blancas para la tropa quedó reducida en exclusiva a las armas de caballería y, tras la Guerra Civil, al suministro de sables de gala a oficiales y suboficiales de los diferentes cuerpos. El crecimiento de la producción continúa hasta que, en plena contienda fratricida, el recinto fabril debe trasladar parte de su producción a Palencia por motivos estratégicos.
Restablecida la situación tras el final de la guerra, durante los años 40 se construye un poblado de viviendas para los trabajadores que incluye servicios básicos, una plaza de encuentro para vecinos (actual plaza de la Calera) y un recinto escolar (actual colegio público CEIP Fábrica de Armas).
A partir de los años 60, la fábrica de armas empieza a mostrar síntomas de agotamiento y reduce su plantilla de forma significativa; se inicia una desesperada estrategia de diversificación en busca de nuevos nichos de mercado, abriendo una línea de producción de material diverso, incluido el quirúrgico —abrecartas, cuchillos de mesa, tijeras Collin, bisturís Weiss, extractores odontológicos, etc.— y cuchillas de afeitar aprovechando la calidad de los aceros empleados tradicionalmente y la calidad y precisión de su maquinaria. Se trabajaba con aceros Colver de Sheffield, Poldi checos y al níquel procedentes de Trubia. En Toledo, los tratamientos superficiales y térmicos llegaron a la categoría de arte. Ciertamente, como decía Vicente Navarro en su artículo Recuerdos de Historia, Instrumental de artillería de la Fábrica de Toledo, sufrir el uso en el dentista del espantoso abrebocas Heister marca Artillería debía ser una experiencia para olvidar.
El cierre se precipita en 1996. El antiguo Instituto Nacional de Industria (del que dependía la Empresa Nacional Santa Bárbara de Industrias Militares) abre en Toledo dos nuevas industrias donde recoloca a parte del personal: Internacional de Composites, S.A. (ICSA) y Aeronáutica y Automoción (AYA), que más adelante se privatizan.
En 1998 el Ministerio de Defensa vende al Ayuntamiento de Toledo los terrenos y edificios de la Fábrica de Armas. El Ayuntamiento los cede a su vez a la Universidad de Castilla-La Mancha. En este campus la universidad establece de manera progresiva distintos estudios de carácter técnico y científico, quedando los de humanidades y ciencias sociales en el casco histórico de Toledo (edificios universitarios de San Pedro Mártir, Madre de Dios, Padilla y Lorenzana). Parte de los tesoros históricos de la fábrica pasaron al museo de la Academia de Infantería y al Museo del Ejército, ambos en la misma ciudad.
La fábrica de Toledo, junto con la Pirotecnia de Sevilla presentan vidas parecidas: a principios del siglo XIX se crean las intendencias del Ejército; Sevilla acoge la de Andalucía. En esa época, el administrador militar y alcalde de la ciudad realiza dos propuestas: la concesión para usos militares de una zona en la Enramadilla (para una fábrica de cápsulas y campo de tiro) y de una parcela entre la puerta Real y la de Triana para instalar allí una plaza de armas.
En 1827 la nueva fábrica de artillería comienza a organizar la maquinaria para fabricar municiones de percusión y cápsulas para el ejército. En 1847 se inauguran los laboratorios y la Escuela Central de Pirotecnia y de Artificieros en la zona que había servido como campo de tiro, junto a la fábrica de cápsulas. A partir de 1848 funciona también como fundición. En 1868 este complejo fabril pasa a llamarse Pirotecnia Militar.
La instalación sufre varias ampliaciones entre las que cabe citar el laboratorio, el taller de afinado y laminado de cobre y el taller de cápsulas de caza. Para todo ello, fue preciso adquirir nueva maquinaria y construir dos nuevas naves de estructura metálica.
La fábrica también es conocida como Pirotecnia Cros, debido a que en el número 2 de la calle Enramadilla se situó en torno a 1910 la fábrica de abonos Unión Española, que pasaría a convertirse en 1930 en San Carlos S.A. Vasco-Andaluza, posteriormente absorbida por la Sociedad Anónima Cros.
En 1961 se integra en la Empresa Nacional Santa Bárbara de Industrias Militares del INI. Cierra seis años después. Los locales vacíos se endosan en 1974 al Parque y Maestranza de Artillería de Sevilla. En 2008 se reforma para convertirse en sede de la facultad de Derecho y de la de Ciencias del Trabajo de la Universidad de Sevilla.
Dos fábricas militares reconvertidas en recintos universitarios. Ambas sucumbieron por el auge de la fábrica de Palencia, hoy en manos de la noruega Nammo, que absorbió sus producciones. Las dos tuvieron una existencia corta frente a otras fábricas militares.
Imágenes: Google Images.
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