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La zona gris y la industria militar


Manfredo Monforte Moreno

GD (r) Dr. Ingeniero de Armamento. MBA. MTC. Consultor independiente.

De la Academia de Ciencias y Artes Militares

En los últimos años se ha acuñado el concepto de zona gris para referirse a lo que ni es blanco de paz ni negro de guerra. El poder disuasorio de las armas nucleares y el músculo militar de las superpotencias dan paso a acciones más taimadas basadas en el conflicto ambiguo.

La idea de zona gris surge para caracterizar ciertas formas de conflicto político que cobra especial importancia en las relaciones internacionales de hoy. En el mundo hiperconectado e interdependiente actual, los países que pretenden alterar el statu quo a su favor emplean estrategias multidimensionales y sincronizadas para minar gradualmente al adversario y lograr sus objetivos. Lo que generan con ello es lo que se denomina conflicto internacional en la zona gris.

El máximo exponente de la zona gris es la República Popular China, que desde hace décadas busca afianzar su modelo de crecimiento mediante la adquisición de fuentes de materias primas y el acceso a los mercados globales, influencia, al fin y al cabo. Sus comercios en occidente están regentados por ciudadanos chinos, que venden productos hechos en china –junto a otros de origen local para enmascarar la estrategia–, que generan capitales gestionados por bancos chinos y cuyo fin último es financiar el desarrollo y adquirir deuda soberana de los países occidentales, cuyos ciudadanos financian, sin saberlo, el conflicto en zona gris que lidera China.

China aspira a ser el hegemón mundial, algo factible antes de que finalice la década que vivimos. De ser la fábrica del mundo, ha pasado a ser dueña de sus diseños (es, con diferencia, el Estado que más patentes mundiales registra anualmente) a partir de la innovación –con recursos públicos–, la proliferación de marcas domésticas y la adopción de estándares propios.

China aumenta su presencia e influencia internacional mediante la adquisición de activos estratégicos (instalaciones portuarias, industrias clave, tierras, acceso a los datos…), la donación y el apoyo financiero. Además, fortalece la integración entre los mundos civil y militar mediante la innovación, el uso de tecnologías duales, la inversión, la educación, el desarrollo de una red de infraestructuras adecuada y el perfeccionamiento de la logística. Opera de tal forma que no parezca la amenaza que realmente es mediante el uso planificado de las “tres guerras” (psicológica, legislativa y de opinión pública). Naturalmente, sin dar la cara ni poner en peligro la estabilidad regional, aspecto crítico para mantener su desarrollo económico. De hecho, China no ha aparecido en ninguna de las guerras de occidente contra el yihadismo; simplemente se ha mantenido al margen. Tampoco ha dejado de crecer durante la pandemia del Covid 19 originada en su territorio y refuerza sus posiciones, en silencio radio, sobre las islas del mar de China.

China deja que sean sus asociados –Rusia, Corea del Norte, los países bolivarianos– los que agiten el tarro de las esencias, desestabilicen y, sobre todo, dividan a las sociedades occidentales, que parecen no enterarse de lo que se está cociendo en la marmita de la política internacional.


Cuando sumerges a una rana en una olla con agua hirviendo, ésta salta fuera instintivamente, salvando la vida. Si la dejas nadar en agua fría puesta al fuego, cuando quiere darse cuenta de que va a morir, ya es tarde, y la rana es mero anuro cocido. Es lo que pretende China, que occidente no se dé cuenta de lo que viene gracias a la mediocridad de sus niveles dirigentes. Para sus objetivos, ayudan algunos paracaidistas, como Soros, Maduro y Zapatero entre otros. No en balde, la mayor virtud del pueblo chino es la paciencia.


Con la industria y, en particular, con la industria de seguridad y defensa, está ocurriendo algo parecido. Muchos componentes críticos de sus productos dependen del poderío industrial asiático: memorias, microprocesadores, tarjetas de circuito impreso… más barato, más disponible… sin restricciones gubernamentales… Mientras las empresas occidentales soportan estoicamente los ertes y una conflictividad social desconocida y alarmante: desde el asalto al Capitolio, a las revueltas nocturnas en París, Ámsterdam… cuya organización no es en absoluto espontánea. Conflictividad social equivale a mal clima laboral y menor productividad. Los europeos nos hundimos sin darnos cuenta de que alguien encendió el fuego y nuestro entrono se calienta…


La estrategia rusa contra Europa, puesta de manifiesto por el general Gerasimov, jefe del Estado Mayor de la Federación Rusa –conocida como "amenaza hibrida– ha impulsado la ceración del centro de excelencia europeo para la lucha contra las amenazas híbridas (Hybrid CoE), al que se ha sumado España junto con Francia, Reino Unido, Polonia, Suecia, Estados Unidos y otra decena de países. Las amenazas híbridas son métodos y actividades dirigidas a las vulnerabilidades del oponente. Dichas vulnerabilidades pueden ser creadas por la memoria histórica, la legislación, las prácticas antiguas, los factores geoestratégicos, la fuerte polarización de la sociedad, las desventajas tecnológicas o las diferencias ideológicas. Si no se logran los intereses y objetivos del usuario de los métodos y la actividad híbridos, la situación puede derivar en una guerra híbrida en la que el papel de los militares y la violencia aumentarán significativamente.

Definitivamente, la industria tradicional de Defensa poco puede hacer en el nuevo escenario geopolítico generado por la guerra en la zona gris. Los carros de combate y los portaaviones no tienen la iniciativa frente a los nuevos escenarios planteados. El movimiento de las fuerzas –las llamadas respuestas cinéticas– nada tiene que oponer a los nuevos planteamientos. Occidente debe reaccionar y usar las mismas armas. Las diferencias sociales en China pueden ser un buen caldo de cultivo para empezar a que China conozca la misma medicina que quiere darnos.

El griego Tucídides (460-396 a.C.), padre de la historiografía científica y de la escuela del realismo político, en su narración de la guerra del Peloponeso, valoraba las relaciones entre las naciones en función de su poder y no en razón de la justicia. ​ Su texto todavía se estudia en academias militares avanzadas de todo el mundo, y el Diálogo de los melios continúa siendo una importante obra para el estudio de la teoría de las relaciones internacionales. La trampa de Tucídides, una idea ampliamente aceptada hoy, se refiere a la tensión estructural que produce el hecho de que una potencia emergente rete a una establecida y que puede desembocar en guerra. Lo que no decía Tucídides es si la guerra sería militar, comercial, política o social.

China no pelea únicamente en el plano militar; trabaja todos los estratos del conflicto sin que lo parezca. Los países que luchan por asaltar el poder mundial no son democráticos, para cual usan todas las armas de la zona gris que occidente facilita con su debilidad. La sociedad libre sobrevivirá si es capaz de enfrentarse a los nuevos retos, y no todos consisten en el poder de disuasión militar.

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1 Kommentar


alopez
01. Feb. 2021

Excelente artículo, condensa en pocas líneas la situación que, a lo largo de la historia, se le ha presentado a muchas naciones que no han querido ver y admitir que su próximo enemigo empleaba una nueva estrategia para la que no estaba preparada. Y cuyas élites políticas, por comodidad, ignorancia y/o cobardía, se negaban a admitir y a reaccionar.

Considero que podría ser muy interesante remitir el artículo a los diferentes diputados y congresistas de las Comisiones de Defensa, Interior y Economía del Congreso y el Senado, en particular, pidiéndole su opinión.

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