Manfredo Monforte Moreno
Dr. Ingeniero de armamento y artillero.
De la Academia de Ciencias y Artes Militares (ACAMI)
Recientemente he publicado en la web de la Academia de Ciencias y Artes Militares (www.acami.es) un artículo sobre la necesidad de certificar los vehículos militares contra una norma particular (no existe) que tenga en cuenta las particularidades de este tipo de vehículos en cuanto a sistemas específicos, como los asociados a la protección activa y pasiva y a su finalidad táctica, pero considerando que ocasionalmente comparten la vía pública con vehículos civiles.
En el blog de hoy quiero abordar tres elementos que contribuyen a la seguridad de las tripulaciones y que no suelen verse en vehículos de uso civil, salvo en aquellos de los cuerpos policiales o los altamente protegidos, como los furgones blindados para el transporte de divisas o los vehículos de autoridades; en particular hablaré de los sistemas de apoyo a la estabilidad, los de extinción automática y los depósitos anti explosión y autosellantes, tres equipamientos que suelen pasar desapercibidos pero que condicionan la supervivencia de las tripulaciones tras un ataque. Dejo para más adelante otras tecnologías, como las encaminadas a la protección balística, el mimetizado multiespectral, las redes anti RPG, los inhibidores de frecuencia, la capacidad de autodefensa armada (estaciones remotas y aspilleras/troneras), las pinturas y dispositivos de reducción de huella térmica o radar, los filtros NBQ, las ruedas runflat y similares, los alertadores láser, los sistemas de apertura de puertas y rescate, las cámaras de ayuda a la conducción diurna y nocturna, los sensores de conciencia situacional, los asientos colgados, el equipo de combate, etc.
El primero de ellos, de apoyo a la estabilidad, ha salvado muchas vidas desde que está disponible; nacieron para evitar muertes por vuelco de tractores y maquinaria agrícola (en España fallecen a causa de este tipo de accidentes entre 60 y 80 tractoristas al año). En los vehículos militares rueda, con un centro de masas relativamente elevado, un empleo habitual en todo terreno -en ocasiones extremo- y bajo el fuego enemigo, poder alertar de que se está llegando al límite del vehículo es una herramienta fundamental para evitar accidentes.
De los 148 militares españoles fallecidos en misiones en el extranjero, y quitando los 62 compañeros caídos en el accidente del YAK 42 y los 17 del helicóptero Cougar, 25 de los 69 restantes (36,2 %) murieron como consecuencia de accidentes de tráfico. De hecho, 4 de las primeras bajas españolas se produjeron en Mostar por el vuelco de un BMR y posterior caída al rio Neretva; sus ocupantes se ahogaron. Corolario: cualquier esfuerzo orientado a mejorar la seguridad vial de los vehículos militares redundará de inmediato en la mejora de las dolorosas estadísticas de pérdidas humanas. De hecho, en el mundo civil los sistemas de ayuda a la conducción, como ESP, ABS, mantenimiento de carril, ángulo muerto, etc., han permitido reducir el número de víctimas en carretera en todo el mundo.
En las misiones internacionales que España viene desarrollando, se vio la necesidad de desplegar vehículos como el RG 31, un blindado 4x4 muy delicado de conducir sin una instrucción rigurosa. La incorporación de un sistema español, el Inclisafe, evitó más de un vuelco fortuito, lo que ha llevado al Ejército a generalizar su uso en toda la flota. Su evolución ha permitido el aviso óptico y acústico (con vibración en el casco) que previene al conductor de la proximidad de los límites dinámicos del vehículo que conduce. Actualmente se exporta a otros ejércitos de nuestro entorno.
Los dispositivos antivuelco se han generalizado y muchas unidades de autobombas forestales los incorporan también. Conducir con buena visibilidad sobre un firme estable es relativamente sencillo. Hacerlo entre nubes de humo, sobre caminos mal asentados o bajo el fuego enemigo requieren aplicar ayudas a la conducción que eviten el accidente por vuelco. Esperemos que el 8 x 8 Dragón lo incorpore, pues es un vehículo potente, rápido, con radios de giro reducidos (varios ejes directrices) y un centro de masas elevado, especialmente en las configuraciones con torre de 30 mm.
El segundo elemento al que me quiero referir hoy es el sistema automático de extinción. Una vez prohibidos los gases con efecto invernadero, se popularizó el uso de polvo seco y agentes como el FM200 que presentan un doble problema: comprometen la seguridad vial por la pérdida total de la visibilidad dentro del vehículo cuando se disparan (y lo hacen más a menudo de lo que sería deseable, a veces sin una razón clara) y requieren abandonar la seguridad de la célula de vida para ventilarla, lo que compromete la seguridad de la tripulación que debe detener el vehículo y descender quedando expuesta. En mi época de Jefe de Ingeniería del Mando de Apoyo Logístico del Ejército se hizo un estudio práctico y los resultados desaconsejaron el FM 200 como agente extintor. Hay soluciones más eficaces y seguras, aunque tal vez más caras; no obstante, para un vehículo como el 8x8, en cuyo interior se almacenan municiones y otros elementos activos, el coste de estos sistemas automáticos frente a los 6 M€ de cada unidad es relativamente pequeño.
El punto crítico de los sistemas automáticos de extinción es la velocidad de actuación de los sensores (normalmente cables especiales distribuidos en el habitáculo) y la rapidez en ocupar el espacio interior con un agente extintor que desplace el oxígeno, impida la combustión de los elementos internos y refrigere bruscamente el entorno (mediante una expansión adiabática ultra rápida). El cálculo del volumen de agente extintor y la colocación de las botellas es esencial para que su eficacia sea la adecuada, algo que depende de cada una de las configuraciones del vehículo.
Por último, quisiera hablar de los depósitos de combustible; éstos presentan dos problemas básicos: por una parte, existe en su interior una sustancia potencialmente peligrosa en especial por el volumen libre en el que el aire se mezcla con los vapores del gasóleo, JP8…; por otra parte, cualquier impacto de un proyectil o metralla puede ocasionar derrames de líquido que no permitan a la tripulación salir de la “zona caliente”. Para resolver el primer problema se colocan una serie de bolas de viruta de aluminio que impiden la explosión del depósito, aunque esté rodeado de fuego. Antiguamente esas bolas producían partículas que daban problemas en las bombas de inyección o en los filtros de combustible, pero las tecnologías han mejorado y actualmente no dejan residuo alguno. La viruta de aluminio tiene un volumen muy reducido y apenas compromete la capacidad de los depósitos.
Los tanques de combustible han sido el origen de diferentes accidentes de aviación en el pasado. La explicación oficial para el mortal accidente del vuelo 800 de Trans World Airlines fue que en el depósito central se formó una mezcla explosiva de combustible y aire. Un cable defectuoso provocó la ignición destrozando la aeronave. Si bien existen dudas sobre la exactitud de esta explicación oficial, este tipo de explosiones han ocurrido en varias ocasiones y por diversas causas. El riesgo se puede reducir mediante el uso de un sistema de inertizado para el depósito, ya sean las bolas de aluminio ya reemplazando el aire por gases inertes para reducir la inflamabilidad, solución mucho más compleja que precisa disponer de botellas externas de gas y encarecen el sostenimiento.
Las bolas de aluminio se aplican en vehículos de bomberos, blindados de autoridad (hasta el papamóvil las lleva), la fórmula 1 y una gran cantidad de vehículos militares; no impiden los derrames en caso de que el depósito resulte perforado por un proyectil o la metralla procedente de una explosión. En función del tamaño del agujero sufrido por el depósito, el recubrimiento con materiales autosellantes proporciona cierta garantía de que el motor no se pare por falta de combustible.
Aunque en los vehículos terrestres los depósitos van protegidos en el interior de la barcaza, es necesario dotarles en algunas misiones de tanques exteriores y expuestos por tanto al fuego enemigo. Las aeronaves militares generalmente usan tanques autosellantes, incluidos los externos desechables.
En mayo de 2017 asistí a las pruebas oficiales realizadas con depósitos autosellantes y anti-explosión en el INTA (Campus La Marañosa, del que yo era responsable) con diferente munición (incluyendo varios tipos del 7,62x51 NATO). Los depósitos contenían gasóleo o gasolina, obteniendo unos resultados excelentes al cumplir con los estándares más exigentes. Su uso permite montar depósitos de altas prestaciones ante riesgos de combate o emergencias. Nuestro campeón Marc Márquez lleva estos dispositivos en su Honda ganadora del mundial de moto GP. Estoy convencido de que nuestro 8 x 8 Dragón también los incorporará.
La seguridad es lo primero.
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