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Futuro de los apoyos de fuego

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    mmonfortem
  • 30 dic 2021
  • 9 Min. de lectura

Manfredo Monforte Moren

GD (r) Dr. Ingeniero del CIP-ET. Artillero.

De la Academia de Ciencias y Artes Militares


El fuego, como función esencial del combate, está experimentando una transformación tan profunda como la sufrida tras la aparición de los tubos rayados o las pólvoras de base orgánica. Por ello, su capacidad para adaptarse y evolucionar ante las nuevas exigencias marcará el grado en que seguirá siendo un elemento fundamental para el cumplimiento de la misión de las unidades apoyadas y la desmoralización enemiga. Hay muchos desarrollos en marcha que afectan a las municiones, los procedimientos, los sistemas de información para el mando y control, los vectores de lanzamiento y la necesidad de integrarse como un componente más dentro de las redes tácticas.

La conducción de las operaciones militares de hoy es digital y, en cierta medida, cibernética. Esta nueva realidad requiere de un eficiente mando y control con capacidad de disuadir y desalentar cualquier intento de ataque cibernético activo o pasivo por parte del enemigo.

El fuego usa todos los vectores de lanzamiento disponibles para producir un efecto letal o no letal sobre un objetivo. Los fuegos conjuntos, que han pasado a ser los habituales, se ejecutan durante el empleo de fuerzas de dos o más componentes en acción coordinada para producir efectos en apoyo a un objetivo común (entre ellos, ataque electrónico y ataque cibernético). Pueden ser empleados con o sin efecto de destrucción física. Los autores suelen incluir las siguientes tareas en la función de combate fuego:

· Designación conjunta de objetivos (targeting)

· Apoyo conjunto de fuegos

· Defensa aérea y misilística

· Fuegos de Interdicción

· Conducción estratégica

· Operaciones de información (apoyo a fuegos no letales)

· Operaciones de ciberdefensa

· Evaluación de daños

La española Fuerza 35 postula que debe alcanzar la capacidad de integrar fuegos conjuntos, lo que incluirá la necesidad de controladores de ataque terminal conjunto (JTAC, por sus siglas en inglés) en el nivel grupo táctico o inferior. Los JTAC contribuirán a la gestión del espacio aéreo, actividad de creciente importancia por la cada vez más preocupante congestión de medios. En principio, una “brigada 35” dispondrá de 3 unidades de fuego con alcance entre 40 y 50 km, así como una unidad centralizada de cohetes con alcance de entre 120 y 140 km. Las municiones inteligentes permitirán batir objetivos dentro de los alcances necesarios con la imprescindible precisión.

El concepto de operaciones centradas en red (Net Centric Operations, NCO) está encaminado a incrementar la efectividad y flexibilidad a la hora de enfrentarse a múltiples escenarios. Uno de sus paradigmas es la superioridad de la información, lo que conlleva la mejora de las prestaciones existentes o bien la incorporación de tecnología disruptivas. La tendencia irrenunciable al combate en red permite acceder a información precisa y oportuna procedente de múltiples sensores e identificar potenciales objetivos, asegurar su destrucción o neutralización y evaluar los daños colaterales tras la acción.

Para el cumplimiento de su misión, las unidades terrestres de apoyos de fuego deberán operar un variado catálogo de sistemas y materiales para dotarse de la flexibilidad imprescindible frente a misiones muy variadas. Para ello, en una misma unidad de acción (llámese unidad, batería, grupo o agrupación) conviven varios tipos de bocas de fuego que aprovechan el trabajo de las unidades de Información y localización dotadas con hasta cuatro tipos de vehículos aéreos no tripulados: de corta, media y larga distancia, así como elementos de gran altura para vigilancia del campo de operaciones (o como relé de comunicaciones). Este tipo de ingenios irán ganando protagonismo en las zonas calientes, en las que será necesario desplegar sofisticados componentes de coordinación del espacio aéreo. Sin duda, el empleo de estos medios se repartirá entre unidades artilleras y aéreas, e incluso con navales en operaciones cercanas a la costa. La complejidad del dominio de la tercera dimensión y del espectro radioeléctrico se incrementará exponencialmente. La información proporcionada por satélites en tiempo real se convertirá en un apoyo esencial a pesar de su elevada dependencia de las condiciones meteorológicas.

Los elementos de inteligencia y localización deberán contar con radares de vigilancia y otros de situación de orígenes de fuegos hostiles, sistemas complementados por goniómetros sónicos con librerías para el reconocimiento de la firma acústica de los sistemas enemigos. La dificultad radica en que los mayores alcances de las armas exigirán cambios profundos en las tecnologías y los procedimientos de operación.

Según recientes estudios sobre el mercado de la Artillería de Campaña a nivel mundial, la tendencia apunta a un incremento anual del gasto por encima del 6%. La razón no está tanto en las bocas de fuego como en la incorporación de nuevas capacidades y soluciones tecnológicas. Básicamente, el crecimiento se debe a los equipos de vigilancia y designación de objetivos (targeting) y la automatización de los sistemas; todavía no hay oferta de piezas de fuego autónomas, capacidad que aparecerá más pronto que tarde en la oferta industrial.

A nivel global, los sistemas más solicitados son los morteros, especialmente los embarcados para la protección de fronteras y convoyes. Tienen la ventaja de su sencillez, robustez y fiabilidad y el inconveniente de su alcance limitado y sus dilatadas trayectorias. No obstante, con ser las armas de menor alcance, cumplen una misión de disuasión básica en los conflictos asimétricos y en terrenos montañosos o boscosos.


Algunos conflictos fronterizos, como el que tuvo lugar entre China e India en 2020 o actualmente entre Rusia y Ucrania, están impulsando el despliegue de sistemas autopropulsados con mayor alcance y movilidad. De hecho, en la actualidad la mayor demanda se encuentra en los alcances medios, es decir, de 20 a 50 km, aunque la tendencia parece apuntar a distancias cañón por encima de los 50 km, tal vez hasta los 70 km. La cuestión de la movilidad ha impulsado diversos desarrollos de sistemas autopropulsados sobre ruedas, pues la cadena presenta mayor huella logística (mayor coste del ciclo de vida) y menor movilidad en pistas y carreteras.

Las unidades de Artillería de Campaña tienden a dotarse con un surtido de materiales que les proporcionan la flexibilidad imprescindible para abordar misiones heterogéneas. Por ello, es habitual que incorporen morteros, cañones, cohetes con y sin guiado terminal y misiles, empleando el medio más adecuado en función de las circunstancias de la acción. Por supuesto, los sistemas de información para el mando y control y los calculadores automáticos de dirección de tiro se imponen gracias a la mayor precisión de las nuevas municiones, los navegadores embarcados, el uso del posicionamiento global (en occidente GPS y Galileo), su enorme potencia de cálculo y la menor tasa de errores. A ello se unen elementos complementarios como los radares de velocidad inicial, los sensores de temperatura, la mejora en la fabricación y como consecuencia en el comportamiento de proyectiles y propulsores, así como la precisión de los aparatos y elementos de puntería y la repetitividad del proceso de atacado en el caso de los tubos cañón.

Las cargas modulares y las vainas combustibles junto a las estopineras revólver (complejas y delicadas), posiblemente las cargas líquidas también, incrementarán las cadencias de disparo a costa de mayores desgastes de los tubos. Para solventar este inconveniente se proponen montajes multitubo para aumentar la potencia de fuego sin comprometer la vida de los tubos. Otros subsistemas que ayudan a la mejora de las prestaciones son los sistemas automáticos de carga, aunque presentan ciertos inconvenientes debido a la necesidad de elegir el tipo de proyectil (de alto explosivo, fumígeno, iluminante, con o sin base bleed…), de espoleta (instantánea, a tiempos, de proximidad, de guiado terminal…) y la carga propulsora en función del solape de las zonas de alcance y la distancia al objetivo.


Sin duda, un alcance extendido permite neutralizar objetivos alejados de la línea de contacto, como puestos de mando, centros de transmisiones, vías de comunicación y posiciones defensivas facilitando así la acción propia y dificultando la enemiga. Sistemas novedosos han recuperado soluciones antiguas, como el proyectil de propulsión adicional, lanzado por un cañón y dotado de un pequeño motor cohete de tipo ramjet (no confundir con el base bleed) que toma el comburente directamente de la atmósfera aligerando significativamente el peso del propulsor.

Los cañones que pueden desplegar las unidades artilleras van de los ligeros (105 a 122 mm) y lo suelen hacer (o lo deberían hacer) juntamente con morteros de 120 mm y calibres medios (130 a 155 mm). Calibres tradicionales como el 175 mm o el 203 mm se han ido abandonado en favor de municiones “más manejables”. En las bocas de fuego menos pesadas suele recurrirse a montajes remolcados y helitransportables. No ocurre lo mismo con los calibres mayores, que requieren un montaje remolcado (con tiempos de entrada en posición relativamente largos) o autopropulsados.

Complemento de la Artillería cañón aparecen como irrenunciables los cohetes y misiles tierra-tierra. Para estos sistemas, la amplitud de calibres, carga útil y rango de alcances es enorme. Los más populares son los ligeros (105 a 140 mm) con alcances de hasta 50 km y costes más contenidos. Sin embargo, van ganando terreno los pesados (200 a 400 mm) e idealmente, los misiles hipersónicos con alcances superiores a los 400 km.

Junto al armamento, la Artillería de Campaña deberá dotarse de medios de detección y protección en ambientes NBQ junto con otra serie de elementos de defensa cercana antidrón sobre la base de equipos láser pulsado alimentados por supercondensadores y componentes de alta tensión aún por desarrollar.

Los combates del futuro serán híbridos, repentinos, de corta duración y gran intensidad en espacios de batalla vacíos entre fuerzas asimétricas con despliegues amplios y profundos y la exigencia de una exquisita precisión y exactitud de los fuegos. En este escenario, irán tomando protagonismo, junto a los sistemas aéreos de vigilancia y localización, las municiones “suicidas” (loitering munitions) y los sistemas autónomos armados (UAV/UGV). Sobre ellos, flotarán sistemas aerostáticos cautivos o autónomos de apoyo a la vigilancia y la adquisición de objetivos en áreas amplias desde gran altura, apuntalando el despliegue de las comunicaciones en red.

El futuro va a exigir alcances de hasta 40 km para el material ligero cañón, y 70 u 80 en los de calibre superior, con o sin guiado terminal. Dudamos que el cañón electromagnético pueda desplegarse en campaña a menos que el desarrollo de los supercondensadores y los equipos electrotécnicos de potencia lo permitan. Para los cohetes, se pedirán 90 km a los más ligeros, del orden de 200 para los medios y hasta 600 km en los misiles. Estos últimos alcances suponen un problema a la hora de calificarlos como Artillería de Campaña o misiles balísticos de corto alcance. En general, la frontera se encuentra en los 500 km (OTAN) aunque para los rusos llega a los 1.000 km alegando la extensión de su propio territorio. De hecho, el SS-12, un sistema de artillería móvil nuclear heredado de la Guerra Fría, llega a los 900 km. Paradójicamente, el SS-1 Scud (última versión de 1988) tiene 700 km de alcance y aunque incumple la legislación internacional, se acepta como cohete de campaña.

Capítulo aparte merecen las nuevas armas hipersónicas. Su principal aplicación es superar las defensas antimisil gracias a su enorme velocidad. Básicamente, un misil hipersónico es aquel que vuela a más de cinco veces la velocidad del sonido, es decir, Mach 5 o superior a cotas bajas (6.200 km/h). En comparación, los cazabombarderos más rápidos vuelan a Mach 2, los misiles balísticos estadounidenses Minuteman III a Mach 23 (28.400 km/hora) y los misiles de crucero lo hacen a una velocidad cercana al Mach 1 (1.234 km/hora)

Los misiles de crucero, como los Tomahawk americanos o el Kalibr ruso, se impulsan mediante turbinas y son relativamente lentos, de corto alcance y muy precisos al tener cierta capacidad de maniobra en vuelo. Pero su escasa velocidad los hace vulnerables a los cazas o los escudos antimisiles como los Patriot o los S-400 rusos. Sin embargo, son relativamente baratos y pueden usarse en gran número para compensar los misiles interceptados.

En este contexto, los misiles hipersónicos quedan a mitad de camino entre los misiles de crucero y los balísticos, resultando suficientemente rápidos para evitar la interceptación a la vez que mantienen cierta capacidad de maniobra para alcanzar sus objetivos con gran precisión. Al igual que los misiles de crucero, se espera que los hipersónicos cumplan una función táctica redefiniendo la forma de abordar las operaciones futuras.

Junto a los misiles hipersónicos se desplegarán armas de energía dirigida que emiten una enorme densidad de energía transfiriéndola al objetivo para neutralizarlo. En el espectro radioeléctrico destacan las armas de microondas, el láser (desde las estratégicas de rayos X a los pequeños dispositivos deslumbradores o dazzer), el electroláser, las armas de haz de partículas y de plasma y las acústicas.

Mención aparte merece la logística y el reabastecimiento de las municiones, que deberían incorporan pólvoras y explosivos insensibles. Estos compuestos deflagran o arden –pero no detonan–, ante calentamientos rápidos o lentos, impactos de bala, metralla, cargas huecas o la explosión de munición cercana por simpatía. Aportan una característica muy valiosa para el transporte, en especial el marítimo y el aéreo. De hecho, para evitar accidentes y pérdida de vidas, las municiones insensibles son obligatorias por ley en los Estados Unidos.

Para desplegar municiones insensibles existen tres aproximaciones: la primera consiste en proteger la munición en un embalaje adecuado; de hecho, algunos contenedores de transporte de munición están diseñados para proporcionar cierta protección balística y aislamiento térmico. En la segunda las sustancias energéticas se eligen por su estabilidad, como es el caso de los explosivos plásticos. Finalmente, los envases de las municiones pueden diseñarse para facilitar la ventilación u otra forma de liberar presión en caso de incendio.

En todos los casos, y en especial, cuando se diseñan municiones y artificios con muy baja sensibilidad a la detonación por simpatía, impactos de alta energía cinética y cargas huecas, las soluciones son extremadamente caras por la incorporación de explosivos como el triaminotrinitrobenzeno (TATB) o mezclas de explosivos insensibles, compuestos de polímero o ligados plásticamente. Un nuevo tipo es el IMX-101, calificado y aprobado por el Ejército de Estados Unidos para reemplazar al trinitrotolueno (TNT). Se dice que el IMX-101 tiene la misma potencia que la trilita, pero es mucho menos probable que explosione al caer, recibir un impacto de bala o ser alcanzado por un IED durante el transporte.

Se abre un apasionante futuro para los desarrollos de la función de combate fuego. España presenta carencias en las tecnologías asociadas, carencias que sería necesario abordar si queremos que los ambiciosos objetivos de la Fuerza 35 se cubran con productos nacionales. Estamos a tiempo.



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