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La Fábrica de Cañones y Municiones Gruesas de Trubia

Actualizado: 16 sept 2022


Manfredo Monforte Moreno

GD (r) Dr. Ingeniero de Armamento. Artillero

De la Academia de las Ciencias y las Artes Militares


Hace unos días, la ministra de Defensa, Margarita Robles, visitó la asturiana fábrica de armas de Trubia donde se ha iniciado la producción del nuevo sistema VCR (Vehículo de Combate de Ruedas) 8x8 Dragón. Anecdóticamente, muchas de las fotografías publicadas por la prensa captaban la barcaza en proceso de un vehículo de cadenas en lugar del Dragón. Tras las pruebas de verificación y validación, las primeras unidades llegarán al Ejército durante 2023, 16 años después de la declaración de la necesidad operativa por parte del Ejército de Tierra.

A finales del XVIII casi toda la industria militar española estaba situada cerca de la frontera francesa: fábricas en Orbaiceta y Tolosa (Navarra), San Lorenzo de la Muga y Ripoll (Gerona) y Placencia (Guipúzcoa). Las fundiciones se encontraban en Barcelona y Sevilla. El cambio de las relaciones con Francia tras la Revolución de 1789 (y el miedo a su influencia en España) hizo que el Consejo de Estado replantease la seguridad de las fábricas. La nueva estrategia coincidía en el tiempo con la necesidad de evolucionar la tecnología de los hornos de fundición que venían usando carbón vegetal (con la consiguiente deforestación del entorno) hacia el carbón mineral o coque, un combustible que ya se usaba en Inglaterra desde hacía casi un siglo. Por todas estas razones se decidió trasladar las fábricas pirenaicas y navarras a nuevos emplazamientos. Finalmente, se encontró un lugar idóneo en la confluencia de los ríos asturianos Trubia y Nalón, no lejos de Oviedo.

La nueva fábrica (de Cañones y Municiones Gruesas) se construyó entre 1794 y 1796. El proyecto incluía la instalación de dos hornos altos para funcionar con coque. Reiterados fallos en el encendido del nuevo combustible obligaron a seguir trabajando durante un tiempo con carbón vegetal. Para su funcionamiento se trasladaron allí maestros cañoneros, herreros y carpinteros procedentes del valle del Deva. Otras circunstancias desplazaron a muchos armeros hacia Oviedo al instalarse también allí la Real Fábrica de Municiones y Armas Portátiles.

Las obras de Trubia se retrasaron por falta de fondos, carencia de personal cualificado y un clima lluvioso que aconsejó trasladar la fabricación de armas ligeras previstas a otro emplazamiento. La nueva fábrica de Oviedo alcanzó en tan sólo dos años una capacidad de producción de 400 fusiles al mes con sus bayonetas; poco después su capacidad se había duplicado. Durante la invasión francesa, la producción en Oviedo y Placencia bastaban para abastecer de armamento portátil al ejército español.

En 1802 Manuel Godoy, aconsejado por el artillero Tomás de Morla, decidió el cierre de la fundición de Barcelona y reordenó los centros fabriles, que quedaron así: fundición de bronces en Sevilla y de hierro colado en Sargadelos (Lugo), Trubia, Orbaiceta y Villafranca del Bierzo (León); de fusiles en Oviedo; de piedras de chispa en Loja (en Granada hasta 1854 al cambiar la tecnología del disparo), de pólvoras en Murcia, Granada, Lima y Manila y de armas blancas en Toledo.

La Guerra de la Independencia supuso un cambio sustancial en el escenario industrial, pues durante la contienda proliferaron talleres y fábricas de circunstancias para mantener cierta capacidad fabril, dado que las instalaciones fijas habían sufrido grandes daños provocados por las tropas napoleónicas en su retirada. Debido a la contienda y a las depuraciones y el exilio posterior de muchos oficiales competentes por colaboracionistas, se produjo una irreparable pérdida de capital humano lo que provocó que algunas fábricas, como la de Trubia, cayesen en un letargo que se prolongaría durante décadas.

A principios del XIX, el gobierno se vio forzado a invertir grandes cantidades en la compra de armamento extranjero para combatir a los carlistas. Finalizada la primera de estas guerras (1840) se abrió un periodo de tranquilidad que relanzó la actividad de Trubia y otras fábricas. Para ello, se propuso la dirección a Francisco de Luxán, quien declinó el ofrecimiento y recomendó para el puesto a Francisco Antonio Elorza y Aguirre como el único capaz de llevar a buen fin el encargo. Elorza permaneció al mando 22 años (1845-67), simultaneando en algunos periodos la dirección de Trubia con la de armas de Oviedo.

Elorza instaló los dos primeros hornos altos de España (el “Daoiz” y el “Velarde”) para lo cual trajo maestros del extranjero para ponerlos en marcha y formar a los aprendices. En 1850 se creó la Escuela de Artes y Oficios, también llamada de formación profesional, gracias a la cual se pudo ir prescindiendo de la mano de obra foránea. Hacia 1852 Trubia se había convertido en el mayor y mejor centro siderúrgico de España. Allí se fabricaron bajo licencia Krupp piezas de 75 mm. En 1880, se diseñaron sendos cañones zunchados de 150 y 305 mm de hierro fundido; posteriormente se añadieron nuevos modelos de 210/12, 240/29 y 300/29.

La creación de esta factoría no solo supuso que el pueblo de Trubia se situase durante décadas a la cabeza de la industria en Asturias y en algunos ámbitos también a nivel europeo, sino que facilitó el crecimiento de la localidad y la creación de edificios singulares, muchos de ellos aún en pie como símbolo del poder económico que en su día se disfrutó alrededor de la fábrica. Trubia se convirtió así en un pueblo muy distinto de los del resto de España, pues en pleno siglo XIX contaba con teatro, casino, escuela de idiomas, coral polifónica y banda de música. Lo mismo que había sucedido alrededor de la fábrica de Granada.

Las ciento veinte promociones de alumnos de la Escuela de Aprendices propiciaron que de sus aulas saliesen más de cuatro mil alumnos con formación teórico-práctica que, desperdigados por toda la geografía nacional y extranjera, se convirtieron en disputadísimos profesionales algunos de los cuales alcanzaron altos cargos en las industrias que los contrataron por la excelente formación recibida.

En los últimos años del siglo XIX se abandonó la actividad siderúrgica y la producción se centró en los cañones, armas y municiones, además de ampliar las instalaciones. La neutralidad española durante la I GM supuso un gran impulso con la construcción de nuevos talleres y edificios administrativos; en el barrio del Soto se levantaron nuevas viviendas para la jefatura, una iglesia y un pequeño parque. Fue la mejor época de Trubia, pero en los años cincuenta del siglo pasado, la fábrica cayó en la decadencia que aún hoy continúa de alguna manera.

Tras la GM I, el carro de combate se demuestra como el arma del futuro. Por ello, tras el final de la contienda, España adquiere el carro FT-17 de Renault (1919). El vehículo fue sometido a una serie de pruebas en la Escuela Central de Tiro de Carabanchel (Madrid), presenciadas algunas de ellas por Alfonso XIII. Media docena de carros FT-17 junto con los de asalto Schneider CA-1 fueron la base de las primeras unidades acorazadas del Ejército (que acaban de cumplir su primer siglo de existencia). El carro Renault se desplegó con éxito en la guerra de África, donde se requería la maniobra en terrenos con caminos apenas trazados.

Con los primeros carros en España –todos franceses–, el Ejército trató de diversificar sus proveedores, intentando comprar el italiano Fiat 3000-A. En paralelo inició un proyecto para disponer de uno propio. Los impulsores de este primer carro español, el Trubia A-4, fueron el capitán Ruiz de Toledo y el maestro de taller Rogelio Areces, convencidos de poder mejorar las capacidades de combate del FT-17 dotándole de mayor potencia de fuego.

En 1925, Ruiz de Toledo inició la construcción de un primer prototipo sin apoyo institucional, pero con la complicidad de la dirección de la fábrica. El prototipo causó buena impresión en Madrid, donde se expuso en la Feria de Muestras para desmantelarlo al concluir ésta. Entre 1926 y 1927 se construyeron cuatro prototipos de este carro que equipaba una solución constructiva innovadora para evitar la salida de la cadena durante los giros. La idea era fabricar doce unidades, pero la industria española no estaba en condiciones de ponerse a montar grandes cantidades (¡!).

En una crónica de ABC del 13 de febrero de 1931, firmada por Sánchez-Ocaña, se enumeraban las ventajas del carro español de doble torre giratoria, visor panorámico y un motor Hispano Suiza 40/50 de cuatro cilindros y 75 CV frente a otros modelos: «aventaja al francés de tipo similar en potencia y velocidad. El francés monta dos ametralladoras; el nuestro, tres y un cañón. El francés corre a cinco kilómetros por hora; el nuestro llega a 23. Hay todavía otras ventajas: el nuestro tiene doble cúpula, y cada una gira independientemente; el francés, con una sola abertura de mira va casi a ciegas; el nuestro, con el dispositivo visor panorámico en el periscopio domina en semicírculo una distancia enorme».


Hacia 1927 se diseñó en Trubia un cañón contra carro de 40 mm. El autor del diseño fue el capitán Ramírez de Arellano (1888-1971). Contaba la pieza con dos curiosas ruedas de disco que le servían de escudo al entrar en posición. Tras el estallido de la Guerra Civil el capitán se mantuvo fiel a la república; cuando las tropas de Franco tomaron la ciudad se hicieron con 14 cañones de 40 mm: “ya es mala suerte diseñar un cañón cuyo primer uso se hizo contra los míos”, llegó a afirmar su inventor.

En octubre de 1934, armados de rifles y dinamita, los miembros de las organizaciones proletarias de Asturias, unificadas en la Alianza Obrera, asaltaron las casas cuartel de Mieres y Sama y ocuparon las fábricas de Trubia y La Vega, apoderándose de toda la cuenca minera de Oviedo. Sofocada la revuelta por fuerzas regulares y legionarias, la fábrica de Trubia volvió, no sin dificultades, a la actividad normal.

Al inicio de la Guerra Civil, el Ejército contaba con diez FT-17, que se repartieron entre nacionales y republicanos casi a partes iguales; un único Fiat 3000A en servicio –canibalizado para usar sus piezas–; seis carros de asalto Schneider CA1, que el ejército republicano usó durante el asedio del Alcázar de Toledo y las primeras defensas de Madrid y cuatro carros Trubia A-4 armados sólo con ametralladoras. Tres de estos prototipos estuvieron en manos de los nacionales, mientras que un cuarto pasó al Ejército Popular.


Los carros Trubia del bando nacional fueron desarmados y usadas sus planchas como refuerzo de barricadas. El único que sobrevivió en el frente norte fue enviado a Sevilla sin que nunca más se volviese a saber de él. La fábrica de Trubia, por su parte, se mantuvo leal al gobierno republicano y mantuvo con dificultades la producción de armas y municiones por el aislamiento de la región. En esta fábrica y la de Sestao, en Bilbao, se construyeron más de medio centenar de carros de modelos basados en el prototipo original (el Trubia 1936 o el Trubia-Naval) y versiones improvisadas del Renault FT-17.

Entre los desarrollos de la época destaca uno: Verdeja es el nombre de una serie de blindados ligeros construidos entre 1938 y 1945 en un intento de reemplazar los carros Panzer y T-26 procedentes de la Guerra Civil. Concebidos por el capitán Félix Verdeja Bardales, el proyecto pretendía desarrollar tres prototipos de carro de combate y uno de artillería autopropulsada provisto de un cañón de 75/40 mm. Diseñado como carro ligero avanzado en 1938, fue uno de los primeros programas que prestaba más atención a la protección de la tripulación que a la del propio vehículo. El diseño del prototipo Verdeja estaba influido por algunos de los carros ligeros a los que iba a reemplazar, principalmente los carros alemanes y soviéticos usados durante la guerra española. El programa fue cancelado de forma no oficial con el objeto de incorporar el carro de combate estadounidense M47 Patton en 1954.


El antecedente del carro Verdeja –Carro de Combate de infantería 1937– se terminó de ensamblar en las instalaciones de la Sociedad Española de Construcción Naval (SECN) de Sestao (Vizcaya). La evaluación del prototipo se realizó en el Polígono de la Escuela Central de Tiro de los Carabancheles al terminar la Guerra Civil, superando todas y cada una de las pruebas a las que fue sometido. A pesar de ello, el proyecto fue abandonado. El primer carro Verdeja fue evaluado frente al T26 en agosto de 1940, superando ampliamente a este último a pesar de las carencias detectadas en su motor Ford V-8 reacondicionado. En 1941 se creó por ley una compañía público-privada para la fabricación de carros de combate y tractores de Artillería. A primeros de 1942 se adjudicó la fabricación a la sevillana Fabricaciones Agrícolas, que en 1943 renunciaría a la concesión. En 1944, tras diversos retrasos y vicisitudes, la firma ADASA presentó el prototipo Verdeja nº 2.

Debido a lo dilatado del proyecto, el carro Verdeja 2 nació obsoleto en cuanto a armamento, protección y movilidad, superado por los avances tecnológicos de la GM II. No obstante, a principios de los 50 se artilló con una boca de fuego de 75/40 mm fabricada en Reinosa y se proyectó el montaje de un cañón de 88/56 contracarro. Finalmente, los Pactos de Madrid de 1953 y la consiguiente llegada del material de ayuda americana enterró todas las iniciativas anteriores.

En la década de los 40 también surgieron iniciativas para modernizar los carros Fiat Ansaldo procedentes de la Guerra Civil o un proyecto para dotar al camión blindado Chevrolet 1937 con un cañón Oerlikon de 20 mm. Ninguno de ellos llegó a término por el estado deplorable de las plataformas elegidas. Hubo también intentos de modificar dos prototipos alemanes Stuq III que acabaron sus días como blancos de tiro artillero.

Con la creación del Instituto Nacional de Industria (INI), y al amparo de la ley 44/1959, de 30 de julio, fue constituida la Empresa Nacional Santa Bárbara de Industrias Militares, S.A., con el objetivo estratégico de reorganizar y potenciar la industria militar en España. Trubia se incorporó a la empresa estatal en 1987. Catorce años más tarde, en el 2001, la factoría quedó incorporada a la multinacional norteamericana General Dynamics.

General Dynamics Santa Bárbara Sistemas pronto abandonó la actividad en el taller de fabricación de municiones para centrar la actividad en la fabricación de Artillería de Campaña (Obús 155/52 SIAC y V7) y la producción de material pesado de vehículos acorazados (Pizarro VCI/C, Leopardo CCM, Castor VCZAP, Dragón 8x8, ASCOD-AJAX, etc.). En 2015 se anunció que la firma EXPAL se haría cargo de los talleres de municiones de Trubia. La cesión se hizo realidad, pero circunstancias sobrevenidas pusieron en una situación muy difícil el futuro de la fabricación de municiones en Asturias.

El taller de cañones permanece inactivo desde hace años. Los últimos 4 tubos de 155/52 fabricados en Trubia fueron adquiridos por el Ejército para repuesto y experimentación. Alguno de ellos fue cedido al Instituto Tecnológico de La Marañosa (Centro de Ensayos Torregorda, Cádiz), hoy integrado en el INTA. Tan solo la fabricación para vehículos blindados parece tener viabilidad a la finalización de este trabajo, aunque en 2021 EXPAL anunció que pretendía retomar la actividad en el taller de municiones.


Imágenes: Google Images

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