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La inversión urgente: Artillería de Campaña y Costa

Actualizado: 17 ago 2022


Manfredo Monforte Moreno

GD (r) Dr. Ingeniero de Armamento y Artillero

De la Academia de las Ciencias y las Artes Militares


Hace unos días, un artillero de los pies a la cabeza, buen amigo y compañero, Paco Gualda, colgaba en el grupo de Whatsapp de la promoción el enlace a una publicación aparecida en Defensa.com el 13 de agosto 22, titulada “La Artillería de Campaña del Ejército de Tierra necesita un impulso ya” firmada por Octavio Diez Cámara. El artículo enumera las carencias de la artillería de campaña española y la necesidad de recuperar capacidades cuanto antes mejor. Para lograrlo en plazos razonables, el autor concluye que las decisiones deberían tomarse hoy. Estoy totalmente de acuerdo con él.

La sucesión de misiones de paz en las que desde hace décadas participan el Ejército de Tierra y la Infantería de Marina (las dos instituciones que disponen de artillería de campaña), no han contado con el despliegue de artillería de campaña razón por la que, posiblemente, dejó de invertirse en los medios que despliega el arma de los apoyos de fuego.

Como publiqué en este mismo blog hace unos meses, hasta hace unos años España contaba con capacidad de diseño y fabricación de artillería de campaña cohete y cañón. La última evolución del Sistema Teruel (2006) acabó en fracaso al producirse algunos incidentes que aconsejaron su retirada del servicio (2011). Desde entonces, el Ejército español no cuenta con sistemas lanzacohetes. En contraposición, sí se cuenta con medios para fabricar nuevos obuses de campaña basados en el sistema 155/52 (de campaña y costa); no así de piezas de 105 mm, tan necesarias como las anteriores.


De 1987 a 2011 el Regimiento de Artillería Lanzacohetes nº 62 (hoy 63) con sede en Astorga, León, mantuvo en servicio 12 lanzadores múltiples Teruel. Además, se reservaron dos lanzadores con fines de experimentación. ​La última evolución del Teruel T-2 al MC25, obligó a modificar ligeramente el lanzador debido a la mayor longitud del cohete e incrementó el alcance de 18 a 25 km. La previsión era sustituirlos por el sistema SILAM (Sistema Lanzador de Alta Movilidad), a desarrollar por la industria española sobre la base tecnológica del estadounidense HIMARS (High Mobility Artillery Rocket System) , pero el proyecto no llegó a iniciarse.

La invasión de Ucrania por parte de Rusia está demostrando la importancia que la artillería de campaña tiene en el campo de batalla. De hecho, la resistencia de Ucrania ante la superioridad rusa tiene mucho que ver con los medios de apoyos de fuego recibidos de occidente, con superioridad de alcance y capacidad letal en la mayoría de los casos, potenciado por el uso de sistemas aéreos no tripulados en la designación de objetivos y la corrección del tiro.

Las capacidades que proporciona el cohete en el campo de batalla repercuten en la eficacia de los apoyos de fuego indirecto, por cuanto proporciona fuegos potentes, profundos, cada vez más precisos y lanzados desde elementos móviles con efectos concentrados e intensos. Al contrario del caso español, la mayoría de los países de nuestro entorno cuenta con una artillería de campaña en constante evolución.

Abandonado el proyecto HIMARS, un MLRS (Multiple Launcher Rocket System) sobre ruedas, la alternativa a un desarrollo nacional pasa por acometer uno multinacional o la adquisición directa de sistemas en servicio (ningún país europeo cuenta con sistemas propios de este tipo; los de nuestro entorno, como Francia o Reino Unido, emplean el MLRS americano). El más renombrado es el M270, aunque resulta particularmente caro. Alcances por encima de 84 km y la elevada precisión de las últimas versiones lo hacen especialmente adecuado para evitar la exposición de medios aéreos en zonas hostiles o para defender nuestras costas en áreas estratégicas, como la cubierta por el Regimiento de Artillería de Costa nº 4 en el Estrecho de Gibraltar. También la Infantería de Marina puede usar lanzacohetes propios desde la cubierta de buques en apoyo al desembarco e incorporarlos después al contingente en tierra.


Por otra parte, el esfuerzo por incrementar el alcance de los obuses convencionales está tropezando con dificultades técnicas que habrá que superar. En principio, las líneas de trabajo se centran en el proyectil (caso del Escalibur o el Ramjet de Nammo) y la mejora de la balística interior del tubo cañón. Mantener aceleraciones soportables en el interior del tubo ha impulsado el desarrollo de un obús (sobre la vieja plataforma del M109) con tubo 155/58 que, por diseño, podría colocar proyectiles convencionales a 70 km de la boca de fuego; no obstante, la fiabilidad del tubo está retrasando el desarrollo.

Proyectiles tan sofisticados como los citados Escalibur o Ramjet resultan sumamente caros. Para los cohetes, podría pensarse en usar un motor de misil como propulsor del cohete, pero su configuración es muy distinta (y mucho más costosa) de lo que se necesita en campaña. La diferencia más importante es que el cohete se emplea en volúmenes importantes por lo que el precio, la sencillez y la robustez son esenciales a la hora de abordar su diseño.

¿Qué se le pide hoy a un sistema lanzacohetes? La respuesta tiene relación con la misión asignada y el área de terreno que se desea cubrir. En la actualidad, los estudiosos del asunto fijan dicho alcance máximo entre 70 y 150 km, con un futuro previsible que lo alargue hasta los 300 km. Dudo que sistemas misil como el ATACMS (Army Tactical Missile Sustem), con hasta 500 km de radio de acción previstos estén hoy en el objetivo de las capacidades militares españolas, aunque sería una extraordinaria capacidad disuasoria pensando en los vecinos del sur. Tampoco sistemas complejos como el GMLRS (Guided Multiple Launch Rocket System) que en algunas versiones puede llegar a los 150 km y que todavía no ha entrado en producción, pueden resolver en un plazo razonable las carencias de nuestras fuerzas armadas.

El hecho es que en España hemos cumplido más de una década sin artillería cohete y el objetivo del JEMAD de recuperar esta capacidad hacia 2024 se ve poco factible con los exiguos presupuestos que gestiona la ministra Robles. Todavía no está claro cómo se incrementará el presupuesto de Defensa comprometido por el presidente del gobierno en la última cumbre de la OTAN en Madrid, como tampoco lo está si la artillería de campaña tiene una prioridad suficiente frente a otros sistemas (con el precio de un solo Eurofighter o de medio submarino S8x, el problema quedaría resuelto; basta con analizar la “tarta” del reparto anual de las inversiones militares según ejércitos para darse cuenta de lo desequilibrado de las inversiones).

¿Qué puede hacer España para recuperar la capacidad perdida? A mi juicio, y dado que en Europa no vamos a conseguir nada, porque no lo hay, que el sistema americano es excesivamente caro (hay que pensar en el precio del arma artillera, el proyectil, no en la boca de fuego que lo lanza) y que el escenario económico es el que es, lo ideal es buscar un sistema relativamente económico, que esté en servicio y probado y que asegure la cadena de suministro en el futuro (estoy pensando en sistemas como el brasileño o el de Corea del Sur). Si además se promueven acuerdos industriales para fabricar en España los sucesivos lotes de munición y se usan plataformas en servicio (como el IVECO 6x6 u 8x8), podríamos contar con un grupo de dos baterías lanzacohetes (8 piezas) en la fecha objetivo de 2024 e iniciar la fabricación de cohetes en 2026. Y a partir del cohete “españolizado”, desarrollar espoletas y sistemas de guiado que reduzcan el círculo de dispersión, así como evolucionar los cohetes sobre una base industrial española para contar con nuevas versiones de mayor alcance, potencia y precisión.


La misma necesidad se siente en la artillería cañón, donde la incorporación de un 155/52 sobre ruedas es cada vez más urgente. España cuenta con la capacidad de diseñar y fabricar la boca de fuego, dispone de plataformas adecuadas en servicio (IVECO Astra) y empresas capaces de adaptar y proteger la cabina y los subsistemas de interfase con la masa oscilante.

Me gustaría recordar aquí una línea de trabajo abandonada hace años y que demuestra la falta de planificación estratégica que impera en la defensa española: en 1954, tras la llegada al Ejército del material de ayuda americano como “pago” de los acuerdos de Madrid por el que se cedían algunas bases a los EEUU, se encarga al Laboratorio Químico Central de Armamento (LQCA) del Ejército la caracterización, estudio y desarrollo de propulsantes para cohetes, para lo cual se firma un acuerdo con la empresa alemana Chemishe Studiein Gesellschaft.

Un año más tarde, el LQCA comienza a colaborar con la comisión encargada del estudio y desarrollo de cohetes para la artillería de campaña. Desde los primeros trabajos se cuenta con el concurso de ingenieros alemanes liderados por el Dr. Grosse. Fruto de los desarrollos se construye un cohete de 300 mm y 6,2 km de alcance y otro de 80 mm y 2,8 km. En aquel mismo año, se inicia la participación en los desarrollos de cohetes de la Escuela de Aplicación y Tiro de Artillería y de la propia Jefatura de Artillería del Ejército y se constituye una junta mixta que dará lugar en 1965 a la Junta para la Investigación y Desarrollo de Cohetes (JIDC). A ella se incorporan técnicos de la Escuela de Aplicación y Tiro, del propio LQCA, así como del Taller de Precisión de Artillería y del Polígono de Experiencias de Carabanchel. Bajo su dirección e impulso, se desarrollan los cohetes C, D, E, G, R y S todos ellos estabilizados giroscópicamente (el cohete C se conoce como “cabezón” y es la evolución de los alemanes A y B de la II GM; el mayor de todos fue el modelo G, con un calibre de 381 mm). En los años setenta se comienza el desarrollo del modelo T a partir de los R6-B2. Con él, nace en España el Teruel y en Alemania el LARS.

Los cohetes C, D, E y S y sus lanzadores se fabricaron en Trubia; los de tipo R (más pequeños) en Sevilla; las espoletas en Toledo; los aparatos de puntería y la electrónica fue cosa del TPyCEA; las pólvoras procedían de Murcia; la carga de las cabezas de guerra se aborda en la Fábrica de La Marañosa.

A finales de los setenta del siglo pasado se desarrollan los modelos Tajo y Duero y comienza la fabricación en España de pólvoras compositas, base de los cohetes Segovia, Duero, MC-25 y MC-40 y el uso de fibras de aramida y carbono en las cámaras de combustión (modelo Segovia 1-3). En 1997 se suprime la JIDC y se suspenden los desarrollos, quedando el LQCA (posteriormente integrado en el Instituto Tecnológico de La Marañosa) encargado de las pruebas de vigilancia de los misiles y cohetes en servicio.

Me cuenta otro artillero, el coronel Armada, que hacia 1980 participó en las primeras pruebas del Teruel 2 en San Gregorio cuando estaba destinado en la Academia de Artillería de Fuencarral. Los cohetes se daban la vuelta porque las aletas estabilizadoras se abrían a destiempo. En aquellas pruebas se lanzaron varios R6B2 antiguos que salían "hacia arriba" porque la pólvora estaba pasada y un cohete C. Algunos cayeron a tierra al salir del lanzador, lo mismo que ocurrió con misiles antiaéreos fuera de su ventana de uso en Médano de Loro años más tarde. A lo que añado yo: la experimentación es lo que tiene.


Durante la existencia de la JIDC participaron técnicos españoles de reconocido prestigio internacional, casi todos ingenieros de armamento y artilleros, como el general Jenaro (que sería reconocido con el premio Daoiz) o el coronel Pérez Crusells, así como numerosos colaboradores de CETME, las fábricas de Santa Bárbara y la industria civil.

Creo que la actual Santa Bárbara Sistemas debería iniciar un proyecto (un estudio de viabilidad) para dotar al Ejército y a la Infantería de Marina de un obús sobre plataforma protegida ruedas 6x6 u 8x8. Asimismo, Expal, junto con Instalaza, EM&E y tal vez el INTA, Indra, Sener, GMV y MBDA podrían abordar el desarrollo y fabricación de un sistema cohete español o españolizado con y sin guiado terminal. Y todo ello apoyado por la incorporación de sistemas aéreos no tripulados (armados o no) para la observación del campo de batalla, la designación de objetivos y, en su caso, la neutralización de los mismos mediante sistemas tácticos armados o suicidas complementarios a los fuegos indirectos. Si fuéramos capaces de diseñar un cohete con guiado terminal, avanzaríamos hacia la capacidad industrial misil.

Como alternativa, y dado que ha hecho pública su voluntad de convertirse en la referencia española en sistemas terrestres, Tess Defence puede encontrar en estos desarrollos una oportunidad por gestionar la potenciación de la artillería de campaña y contar con productos propios, lo que le permitirá alcanzar parte de sus objetivos estratégicos y afianzarse como una referencia internacional.

Yo ahí lo dejo.


Imágenes: Google Images

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1 Comment


antonio brun
antonio brun
Jun 23, 2023

como ingeniero industrial,jubilado y alferez de artilleria de milicias,1970, mas jubilado aun,acabo de descubrir su blog y me parece muy interesante.

Mi interrogante es, la artilleria por donde debe ir , ¿ por los cañones/obuses tradicionales o por los cohetes ?

¿ deben coexistir ? , ¿ Son necesarios los dos tipos ?

¿ porque de la persistencia de los calibres 105 y 155 que tienen tantos años ?

gracias y adelante

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