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La Real Fábrica de Artillería de Sevilla

Actualizado: 13 jul 2022


Manfredo Monforte Moreno

GD (r) Dr. Ingeniero de Armamento. Artillero.

De la Academia de las Ciencias y las Artes Militares.


Recuerdo mis visitas como joven ingeniero a la Fábrica de Artillería de Sevilla allá por los años ochenta del siglo pasado. La entrada porticada estaba custodiada por los leones gemelos de los del Congreso de los Diputados, depositados hoy en la antigua capitanía (actual Cuartel General de la Fuerza Terrestre). El despacho del ingeniero de armamento director, el coronel Pontijas, hermano del famoso general artillero, impresionaba por las piezas allí depositadas. Pero la fábrica tenía los días contados y debíamos trasladar su maquinaria y utillaje a Trubia, incluida la costosa instalación de autozunchado hidráulico.

Hoy, transcurridos más de treinta años desde su cierre como instalación militar, las obras iniciadas en su interior tratan de recuperar el esplendor de los viejos edificios del Siglo XVIII y facilitar la instalación bajo sus tejados del proyecto cultural Centro Magallanes. Se trata de eliminar las múltiples construcciones añadidas al original y que se abordaron en su día para adaptarse a los progresos en la fabricación artillera y asegurar la estabilidad de cubiertas e imbornales.

La Real Fábrica de Artillería de Sevilla ocupa un edificio situado en el barrio de San Bernardo, muy próximo al centro histórico de la ciudad, pero extramuros de su hoy casi desaparecido recinto amurallado. Es un enorme complejo de edificios que asoma su fachada principal a la avenida de Eduardo Dato, en el tramo comprendido entre el puente de San Bernardo y los jardines de la Buhaira.

La Real Fábrica de Artillería de Sevilla se creó para la manufactura de armamento de un modo sistemático y continuado, relevando a la agotada fundición de Málaga. Su fundación se ha fijado en 1565 aunque se sabe que existía un primitivo taller en 1525 y que el maestro fundidor Juan Morel había fabricado cañones en Sevilla antes de esa fecha. En 1555 el propio Morel se traslada al barrio de San Bernardo. Me consta que en Canarias hay cañones de Morel datados en 1557; también hay allí otros fundidos en Sevilla por Juan Fers Hors entre 1561 y 1563.

Juan Morel compró tres solares para la fundición de campanas y cañones en 1565. En 1568 la fábrica gana notoriedad y Felipe II ordena a la Casa de la Contratación que proporcione cobre y estaño a su hijo Bartolomé Morel para fabricar cañones. Bartolomé también fabrica para la catedral de Sevilla el Giraldillo, varias campanas de la Giralda, el tenebrario (candelabro triangular con quince velas que se encienden en los oficios de maitines y laudes de los tres últimos días de Semana Santa) y el facistol (atril grande donde se ponen los libros de canto o lecturas litúrgicas; suele tener cuatro caras para poder poner varios libros). La saga de los Morel concluye con Juan Morel Riber, nieto del fundador, cambiando de propietarios hasta que en 1634 es adquirida por la Corona.

Se planifican sucesivas obras de mejora en 1720, 1725, 1730 y 1741 pero realmente la ampliación definitiva se inicia en 1757, retomando la producción dos años más tarde con pobres resultados. Es por esto por lo que el comandante de Artillería Francisco de Molina manda una misiva a Esquilache reclamándole la contratación de Jean Maritz, inspector de las fundiciones de París, "para que introduzca su método de fundir en sólido y el modo y práctica de suavizar el cobre de América". El francés redacta un proyecto respetando muchas de las obras anteriores e incluyendo algunos cambios; en 1773 se concluyen sus reformas.


Barrenado vertical del tubo cañón

Las actuaciones que se llevan a cabo hoy se centran en la ampliación que acometió Tomás Botani en 1780 y concluyó Vicente San Martín, por encargo de Carlos III, dada la urgencia por disponer de suficientes cañones para defender el imperio y los buques de la Carrera de Indias, pues en el siglo XVIII el dominio de los mares se había convertido en prioritario para los imperios europeos y para ello hacían falta buques de línea fuertemente artillados. A finales de siglo, según ha documentado el vicealmirante Sanjurjo Jul, buen amigo mío, de la Real Academia de Ingeniería, una armada poderosa era garantía del poder político, militar y comercial; la española contaba con más de 6.500 cañones embarcados en buques de línea, aunque muchos de ellos eran de hierro y procedían de las fábricas del norte de España (La Cavada y Liérganes)

Hacia 1782 se produce una nueva ampliación y se rediseñan sus fachadas dotándolas del carácter barroco y monumental que ha llegado a nuestros días. También se incorporan tres grandes hornos de 500, 600 y 700 quintales de bronce (un quintal es una medida de masa antigua que en Castilla equivalía a 46,008 kilogramos; un quintal métrico equivale a 100 kilogramos; el texto se refiere a los antiguos de Castilla). El Ministerio de las Indias encarga en el mismo año de la revolución francesa "surtir de artillería a las Américas", aunque desde el siglo XVI ya habían trabajado para la Casa de la Contratación fabricando cañones.


En la Real Fábrica de Artillería de Sevilla se fundieron los cañones con los que España apoyó la independencia de Estados Unidos y allí se diseñó y dio forma al cañón Tigre, que arrancaría un brazo al Almirante Nelson durante el ataque a Tenerife de 1797. A mediados del XIX, Álvarez Miranda escribe: las piezas de artillería que salen de tan famoso establecimiento tienen una reconocida superioridad sobre casi todas las de Europa. Durante la I Guerra Mundial la fábrica se dedica a la producción de cañones Krupp y Schneider, así como a la fabricación de granadas.

En la Real Fábrica de Artillería de Sevilla se barrenó por primera vez en España un cañón de bronce en horizontal bajo la dirección de Maritz (la citada fundición en sólido). En el pequeño museo del Real Colegio de Artillería situado en el Alcázar de Segovia puede verse una maqueta de la maquinaria empleada. La disposición horizontal evitaba la necesidad de elevar las bóvedas de la cubierta y techar con una solución más barata, en este caso una cubierta de metal y madera, considerada la primera de España que combinaba ambos materiales.

En la Real Fábrica de Sevilla se fundieron los leones del Congreso de los Diputados, sendas esculturas de bronce que protegen simbólicamente la entrada a las Cortes. Reciben los nombres de Daoíz y Velarde, los héroes del levantamiento del Dos de Mayo. El primer encargo se hizo al escultor Ponzano, autor del frontispicio del Congreso. Por falta de recursos, dada la malísima situación económica, Ponzano hizo una obra de yeso pintado imitando al bronce. Los leones se colocaron en el año 1851 con una ovación general, pero al cabo de un año, por las condiciones meteorológicas, los leones presentaban un estado deplorable y comenzaron las críticas de ciudadanos y prensa hasta el punto de que se optó por encargar otras esculturas con materiales más nobles y duraderos.


El futuro Centro Magallanes

La segunda pareja de leones también se encargó a Ponzano, pero como dio un presupuesto muy elevado se hizo un nuevo encargo al escultor Bellver, que diseñó dos leones de piedra pequeños que, como se dijo en la época, parecían más perros rabiosos que fieros felinos, y nuevamente las esculturas se retiraron a causa de las protestas. Actualmente se encuentran en los Jardines de Monforte (no son de mi familia) en Valencia.

La dirección del tercer proyecto volvió a recaer nuevamente sobre Ponzano. El 23 de marzo de 1860, el Ejército consiguió una gran victoria en la Batalla de Wad-Ras, en la Guerra de África, tomándose algunos cañones al enemigo. Tales cañones se entregaron al escultor para hacer los leones del Congreso siendo fundidos en Sevilla con operarios de las fábricas de Trubia y de Sevilla. Por fin, en 1865 fueron terminados con el agrado y alabanza generales, salvo de un grupo de diputados que empezó a criticar el origen militar y guerrero del bronce, argumentando que no podían representar al congreso dos figuras realizadas con material de guerra, llegándose a hablar incluso de su destrucción, pero en 1872 se zanjó el debate y se colocaron en el lugar que ocupan en la actualidad.

Los leones de Ponzano son en realidad los mismos que los del carro de la fuente de la Cibeles, un conocido monumento de Madrid del siglo XVIII. Así, las dos efigies serían Hipómenes y Atalanta, personajes de la mitología griega que fueron convertidos en leones y condenados a no poder mirarse. Corroboraría este hecho el que los leones del Congreso tampoco se miren entre sí: uno de ellos dirige su cabeza hacia la plaza de Neptuno y el otro hacia la Puerta del Sol.


Ignorando el origen mitológico de las esculturas, en 2012 el Canal Historia inició una campaña publicitaria para pedir que se pusieran los testículos a uno de los dos leones del Congreso, ya que el otro sí los tenía. La campaña se hizo a través de la prensa y de las redes sociales y obtuvo un premio del Festival Iberoamericano de la Comunicación Publicitaria. Existen varias teorías para justificar la ausencia de testículos en uno de los leones. Por un lado, se cita un error en la fundición en Sevilla: puesto que los leones se realizaron por piezas, podría ser que la pieza testicular se perdiese (también faltan en las copias de la Plaza de España en Sevilla). Por otro lado, la tradición cuenta que el escultor sólo contaba con el bronce procedente de los cañones de la batalla de Wad-Ras, por lo que –por falta de material suficiente a la hora de hacer los leones– dejó a uno de ellos sin testículos: el que menos visibilidad tiene y además su cola enroscada tapa esta falta. En contra estas afirmaciones, mi opinión es que, al ser Atalanta hembra, no parece adecuado contar con gónadas masculinas, aunque le adorne una abundante melena de macho.

El 30 de junio de 1959 la empresa pasó a manos de Empresa (pública) Nacional Santa Bárbara de Industrias Militares (del Instituto Nacional de Industria) sin que el Ejército español perdiera prioridad sobre ella y, tras el periodo de traspaso, la integración se hace efectiva en 1969. Cesa su actividad en 1991. Los edificios de la Real Fábrica de Artillería de Sevilla, hoy de uso civil, están catalogados como Bien de Interés Cultural en la categoría de Monumento.

El Centro Magallanes ocupará algo menos de la mitad de todo el complejo industrial del barrio de San Bernardo. La rehabilitación, que la restauración de los suelos técnicos y cubiertas originales no busca tanto regresar milimétricamente al estado original, como mostrar el impacto de la historia pues, por ejemplo, los desagües de las aguas de la fundición se construyeron en su día sobre una antigua acequia romana de la que se conservan algunos sillares. Durante las obras se halló un mosaico romano perteneciente a una villa que revela la existencia de una zona agrícola en lo que hoy es el entorno de la Buhaira, además de la tumba de un niño de menos de dos años y otra vacía.

El Centro Magallanes contará con áreas de coworking con espacios escénicos, talleres para artistas residentes, aulas de formación, laboratorios, zonas polivalentes que pueden ser tanto de mero tránsito como expositivas y patios abiertos a múltiples funciones, además de cafetería, áreas administrativas y un centro de control escénico. En definitiva, un cambio de uso que facilitará el mantenimiento de un monumento que respira Artillería por los cuatro costados. Esperemos que su historia no caiga en el olvido.


Imágenes: Google Images

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