Manfredo Monforte Moreno
GD (r) Dr. Ingeniero de Armamento. Artillero
De la Academia de las Ciencias y las Artes Militares
Vicedecano del Colegio Oficial de Ingenieros de Armamento
Adscritos al Ministerio de Defensa hay numerosos ingenieros agrupados en distintos cuerpos y organizaciones: los hay en los cuerpos específicos de los ejércitos y la Armada, como funcionarios civiles, de organismos públicos de investigación (INTA), estatutarios del CNI y de empresas externas a las que se contratan servicios de ingeniería (Indra, Isdefe, etc.).
En cuanto a los destinos militares, se cuenta con ingenieros en los centros y mandos dependientes del jefe de Estado Mayor de la Defensa, en los centros directivos y unidades de los ejércitos y la Armada, en la Unidad Militar de Emergencias, en el Órgano Central, en INTA, en CNI, en servicios especiales… Se trata pues de una ingeniería atomizada y descentralizada, sin una formación común ni un cuerpo de doctrina integrado bajo un mando único: mando que de existir debería planear los recursos y subsanar las carencias de la actual ingeniería militar mediante la externalización temporal de ciertas tareas si fuera necesario. Es un hecho que los apoyos externos no trabajan exactamente por encargos –que se renuevan anualmente–, sino que tienden a constituirse en una fuerza de trabajo estable que rellena los huecos vacantes difíciles de cubrir por la ingeniería militar.
El Cuerpo de Ingenieros de Armamento y Construcción (CIAC) del Ejército de Tierra se creó en 1940 como heredero de las funciones técnico-facultativas de los artilleros (1762) e ingenieros militares (1711). Posteriormente evolucionó a Cuerpo de Ingenieros Politécnicos (CIP), se abandonó la carrera bloque de 5 cursos (7 contando los dos preparatorios) y como consecuencia de los acuerdos de Bolonia (¿de aplicación a la carrera militar?) se crearon dos másteres, uno de armamento y otro de construcción, dejando huérfana la tercera especialidad de Telecomunicaciones y Electrónica (creada en apoyo al arma de Transmisiones cuando Ingenieros se escindió en esta rama y zapadores, más relacionada con Construcción). Se condicionó parcialmente la adscripción a las tres especialidades del CIP según la ingeniería de origen. Como consecuencia, se cerró el acceso a los licenciados en ciencias y a algunas ingenierías, como la agrónoma, montes, medioambiental, etc. Al mismo tiempo, se dejó a extinguir la especialidad de Química en la escala técnica. Al final del periodo de cambios, se abrió la puerta al CIP a ingenieros aeronáuticos para ejercer sus funciones como tales y al mismo tiempo constituirse en miembros “especiales” del CIP con servidumbres de destino. Si la Armada también necesita aeronáuticos para su flotilla de aeronaves, ¿no se podría prestar el servicio de ingeniería aeronáutica de otra manera?
Era yo comandante ingeniero cuando se me comisionó a un grupo de trabajo que tenía que explicar al jefe de Estado Mayor para qué servía y porqué era tan importante el CIP. En aquella ocasión me permití decirle al Inspector del Cuerpo: “es como si un director general de una empresa le pide a su director financiero o al comercial que le expliquen para qué sirven; si el mando de nuestro Ejército no sabe para qué servimos, lo mejor es que nos disuelvan”. Me cayó una pequeña bronca. Afortunadamente, los tiempos cambian. Eran años de reducción de efectivos durante los cuales los cuadros de mando de transmisiones y CIP se consideraban críticos y apenas se les permitía pasar voluntariamente a la Reserva Transitoria, aunque la reducción de las plantillas debía proseguir por lo que se convocaban muy pocas plazas de ingreso. Al final el CIP quedó en su cabeza con 22 coroneles entre las tres especialidades, aunque no hay tantas vacantes en destinos dependientes del JEME (de ellos, la mayor parte corresponden a la rama de Construcción).
En unas FAS cada vez más tecnificadas, la ratio de ingenieros respecto a los cuerpos generales resulta muy reducida en el ET: al contrario que en el Ejército del Aire y del Espacio (maestranzas y programas) y de la Armada (arsenales y programas), en el ET no hay ingenieros que manden órganos logísticos salvo las Comandancias de Obras. Ni siquiera hay una Dirección de Ingeniería como sucede en los cuarteles generales hermanos. La situación se agravó al quedar a extinguir el cuerpo de especialistas, escala de oficiales, cuya misión no puede ser desempeñada por los miembros del CIP. Suelo poner como ejemplo que, en mi caso, como ingeniero puedo determinar el tipo de electrodo y soldadura con que se deben unir dos piezas metálicas en función de los materiales y las solicitaciones mecánicas, térmicas o ambientales a que se destinen… pero ni sé soldar ni lo he hecho nunca como tampoco podría ejercer de tornero-fresador.
Tras más de quince años tratando de que los miembros del CIP pudiesen optar a los estudios de Estado Mayor (curso al que accedían los otros 8 cuerpos específicos de los ejércitos y la Armada, así como cuerpos comunes, guardia civil y personal extranjero) finalmente se logró la convocatoria de una (1) vacante por curso a pesar de la fuerte resistencia encontrada. Recuerdo que, durante el curso de capacitación para el ascenso a oficial general en el CESEDEN, le pregunté al TG De la Rosa, su director entonces, el porqué de que el CIP fuese el único cuerpo militar específico que no hacía Estado Mayor; la respuesta fue breve y concisa: “porque tu inspector no quiere”. Me quedé helado. No sé si es conveniente que los ingenieros militares hagan ese curso o no, pero lo que sí tengo claro es que debemos jugar en la misma liga de nuestros compañeros que visten uniformes celestes, marinos y de otros colores. Como consecuencia del tradicional aislamiento de los ingenieros en centros propios (de la DGAM, hoy INTA) y el MALE, muchos de los aspirantes a oficial general de aquel curso sólo conocían “de oídas” el CIP al que yo pertenecía y, si lo conocían, era por haber trabajado en algún cuartel con alguien de Construcción.
Si el escaso número de ingenieros se ha mostrado como un problema crítico en el ámbito de la Defensa, su dispersión no hace más que agravar la situación. La atomización de los destinos hace que casi ningún órgano disponga de una masa crítica de ingeniería y que ésta cuente con una doctrina común, unos objetivos de formación en tecnologías emergentes y metodologías transversales hoy imprescindibles, impidiendo el aprovechamiento de sinergias entre profesionales, equipos y experiencias. Un porcentaje significativo de los ingenieros “de caqui” prestan sus servicios en destinos ajenos al ámbito competencial del JEME, aunque su evaluación para el ascenso depende del Mando de Personal del ET y los criterios de calificación, acceso a cursos y reconocimientos resulten muy dispares en función de la vacante que se ocupe. Por ejemplo, mientras la Armada y el Ejército del Aire y del Espacio están abordando la formación interna de sus técnicos en Ingeniería de Sistemas y Gestión de proyectos/programas, el ET todavía no ha considerado la cuestión en profundidad, lo que conlleva diferencias apreciables en la forma de abordar las cuestiones técnicas.
Actualmente, la política de personal respecto al CIP exige la rotación entre destinos dependientes o no del JEME o, en contrapartida, la renuncia a los ascensos por no seguir el modelo de carrera propuesto. Y como nadie quiere quedarse atrás, la rotación entre Órgano Central y Cuartel General es constante. Dada la austeridad de la plantilla del CIP, escasean los ingenieros según en qué empleo, lo que es extensible a la provisión de vacantes. No me extraña que el Inspector del Cuerpo, junto con la Dirección de Personal, haga encaje de bolillos para resolver caso por caso (y lo acaban solucionando casi siempre). Como consecuencia de este intercambio periódico se produce una paulatina descapitalización técnica de ciertos órganos de enorme importancia para el ET, como es el caso de la Subdirección de Sistemas Terrestres del INTA, antiguo ITM, que tuve el honor de dirigir durante cuatro maravillosos años. Allí la falta de ingenieros es obvia, como lo es también de suboficiales especialistas (puestos cubiertos cada vez en mayor número por el EAE).
En un arco la dovela central se llama clave de bóveda. Sus caras cortadas en ángulo transmiten las tensiones, equilibrándolo. Si se prescinde de ella, el arco se desmorona. En mi opinión, en unas FAS cada vez más tecnificadas, los cuerpos de ingenieros militares son la clave de bóveda de cada uno de sus destinos. No de las FAS en su conjunto, pues no son cuerpos combatientes, sino de los centros, unidades, departamentos o unidades en las que sirven. Para su desempeño importa la experiencia, valía y formación, no el empleo militar, lo que juega en contra de la iniciativa e independencia facultativa en los empleos iniciales del escalafón, fundamentalmente teniente y capitán.
Como ya he apuntado, el ingeniero no es un especialista. Es un ingeniero, que es cosa distinta. Los hay de especialidad en los años de juventud, de dominio en los empleos intermedios y de sistemas en los puestos de mayor responsabilidad. Pero ingenieros y militares lo primero, como dice el himno del CIP, ingenieros y facultativos de acuerdo con la legislación vigente y colegiados bajo el amparo de un Colegio Oficial (Armamento, Construcción y Armas Navales –¿Aeronáuticos? –) que vela por la profesión. Muchos de ellos son miembros de la Asociación Civil de Ingenieros de la Defensa (ACID).
El futuro, con unos presupuestos crecientes y nuevas tecnologías a las que hacer frente, con vehículos autónomos y tripulados en los despliegues y sistemas de sistemas que operar, la ingeniería militar tal como hoy la conocemos debe transformarse de manera disruptiva en cuanto a formación, planteamientos y organización.
Si se llegase a crear la tantas veces anunciada Universidad de la Defensa, toda la ingeniería (doctorado y magister, no el Grado), debería impartirse en una Escuela Técnica Superior que formase a personal civil y militar. De sus egresados, algunos se incorporarían a las FAS, agrupados idealmente bajo un mando único en un cuerpo común que prestase servicios de ingeniería en lugar de comisionar ingenieros dispersos y aislados como lobos solitarios. Con ello se podrían armonizar los conocimientos y se ganaría en la independencia que precisa un cuerpo técnico-facultativo. Con los que no vistieran el uniforme, las empresas podrían contar con personal altamente cualificado en sistemas de defensa capaz de comprender las necesidades operativas de nuestras FAS. Todos ganaríamos.
Mención aparte requiere la deseable recuperación de estancias de jóvenes ingenieros en cursos de alta especialización en universidades españolas o extranjeras —en los 50 del siglo pasado algunos ingenieros del CIAC cursaban estudios en París y Stanford— así como periodos de formación en empresas del sector y en centros técnicos de la OTAN. Uno de los problemas actuales es que muchos ingenieros jóvenes desembarcan en el mundo burocrático demasiado pronto y sin experiencia práctica suficiente.
Al igual que el teniente recién egresado de las academias militares aprende el oficio con la práctica, los consejos de su primer capitán y crece como profesional con el ejercicio del mando, los ingenieros noveles deberían incorporarse a equipos multidisciplinares donde actúen dentro de un equipo y en los que trabajen con ingenieros experimentados que les ayuden a progresar en la profesión, evitando errores de juventud y orientando su carrera.
La realidad es otra. En algunos destinos hay un jefe de programa del cuerpo general sin demasiada experiencia industrial, varios oficiales y suboficiales, algunos ingenieros de Isdefe con muchos años de experiencia y escasa rotación, todos ellos atendiendo a la obtención de un sistema complejo que integra en una plataforma sistemas de mando y control, armamento, guerra electrónica, comunicaciones, etc. Sin embargo, las firmas que aceptan o rechazan un entregable son la del director técnico y del representante oficial de la calidad (RAC) que pueden ser capitanes en ambos casos y que habitualmente reciben presiones por todos lados y de todo tipo (o se enrocan en posturas defensivas poco flexibles, que también pasa). No deberíamos seguir con este modelo.
Cuando la Dirección General de Armamento quiso asumir la responsabilidad de los grandes programas se encontró conque no disponía de personal cualificado suficiente para abordar el reto. Podría haber reforzado las relaciones funcionales con las ingenierías de los cuarteles generales o haber planteado la creación de una Agencia de Adquisiciones de la Defensa, pero en lugar de ello se limitó a reclutar personal debilitando las ingenierías de origen y cayendo de nuevo en el error de dispersar la ingeniería por los programas en lugar de concentrarla para disponer de un potente núcleo capaz de dar respuesta a los desafíos tecnológicos que plantean los sistemas modernos con su enfoque multidisciplinar. Las grandes inversiones que anuncia la nueva política presupuestaria suponen una oportunidad que deberíamos aprovechar mediante una profunda reestructuración organizativa y conceptual.
El 9 de enero pasado publicaba la prensa: “Defensa encarga a Indra un nuevo simulador para el NH90 del EA”. Tiempo atrás, Indra ya había publicado: “El Centro de Simulación de Helicópteros del Ejército de Tierra, desarrollado en colaboración con Indra, líder europeo en adiestramiento de pilotos […] El centro de simulación se compone de los simuladores de vuelo y entrenadores de los helicópteros Chinook, Cougar, EC135 y Tigre, ubicados en dos bases diferentes, la de Colmenar Viejo, con seis simuladores, y la de Almagro, donde se ubican dos simuladores del helicóptero Tigre. Todos ellos han sido desarrollados por Indra. En 2019 se pusieron en servicio dos simuladores del nuevo helicóptero NH90, también desarrollados por Indra, en la Base de Agoncillo, con lo que la red de simuladores conectados para adiestramiento conjunto alcanza la cifra de diez. Por el centro han pasado pilotos de todo el mundo”. ¿Podría el EA usar los medios de simulación del ET? ¿Se podrían mantener conjuntamente plataformas similares en servicio como NH90, Cougar y Superpuma? ¿Debe haber ingenieros aeronáuticos en ET y Armada? Todos los ingenieros aeronáuticos de las FAS, ¿cumplen la misma función? Si hay un experto en el mantenimiento del NH90 en el ET, ¿podríamos aprovechar su conocimiento en el EA?
Al igual que los ingenieros aeronáuticos son necesarios en los ejércitos, la Armada y la UME, también lo son los industriales para la organización industrial y ejecución del mantenimiento, los de telecomunicaciones para los sistemas de radiocomunicaciones, guerra electrónica y equipamiento electrónico, los informáticos, para los sistemas de información cada vez más presentes en nuestras FAS, los de construcción, para atender las infraestructuras, los navales y por supuesto, por razones obvias, los de armamento y armas navales, que suponen la base del conocimiento exclusivo militar de los sistemas de armas.
Conclusión: los ingenieros que visten uniforme pueden hacer mucho más de lo que hacen en bien de las FAS a las que sirven; no es un problema de personas, pues nuestros ingenieros rinden por encima de lo que cabría esperar de ellos; es una cuestión de organización y racionalización de los recursos, empezando por la adecuación de las plantillas, la formación de sus miembros y el diseño e implantación de un modelo de carrera más satisfactorio para los profesionales y útil para la Institución. En suma, un Cuerpo Común de Ingenieros de la Defensa, cuestión que se ha planteado cada vez que se ha redactado una nueva Ley de la Carrera Militar, pero que nunca llegó a buen puerto por reticencias, posturas personales o corporativismos mal entendidos.
NOTA: el 11 de enero de 2023, Infodefensa publicaba en su web: “Defensa tira de Isdefe, la industria y los ejércitos para reforzar a la DGAM ante los nuevos programas” lo que, al parecer, según la misma fuente, se concretará este mismo año en duplicar el encargo de gestión a Isdefe, organizar programas en los cuarteles generales con personal de éstos dependiendo de la DGAM y ¡apoyarse en personal de las empresas contratistas! Sin comentarios.
Imágenes: Google Images.
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