Manfredo Monforte Moreno
GD (r) Dr. Ingeniero de Armamento. Artillero.
De la Academia de las Ciencias y las Artes Militares.
Valladolid y Palencia son dos capitales de la Comunidad de Castilla y León separadas por unos 50 km. La primera tuvo una gran fábrica militar, mientras que en la segunda aún se mantiene activa, aunque muy amenazada por el urbanismo que parece querer ahogarla. Al comparar el número de habitantes de ambas ciudades, la importancia relativa de la fábrica de Palencia es sustancialmente mayor que la que tuvo la de Valladolid.
La división en dos zonas enfrentadas durante la Guerra Civil y la circunstancia de que la producción industrial de guerra quedase mayoritariamente en la zona controlada por las fuerzas republicanas, impidiendo todo suministro de material al ejército sublevado, hace que a finales de 1936 se tome la medida urgente de instalar fábricas de nueva planta en la zona norte. Como consecuencia, se ponen en marcha las de Valladolid, Palencia y La Coruña.
Para la fabricación de cartuchería de armas ligeras y artificios para Artillería, se elige Palencia por su situación y por tratarse de una ciudad relativamente tranquila y en zona alejada del frente. Así, en septiembre de 1937 se pone en marcha la Fábrica de Armas de Palencia como sucursal de la Fábrica de Toledo, conformando ambas un único establecimiento hasta el año 1940.
La instalación se levanta merced al traslado de medios de producción desde la de Toledo y gracias a la maquinaria incautada en un buque de ayuda soviética a la república apresado a la altura de Gijón a finales del 36. El personal de taller y mandos intermedios está constituido por obreros venidos de Toledo escogidos entre el personal “a depurar”.
Inicialmente se instala en dos emplazamientos, la dirección y los talleres de partes metálicas de cartuchería, la fundición de cobre y la confección de herramientas en las instalaciones de Talleres Miravalles ( o Talleres Palencia, en la carretera de Grijota, junto a la estación de ferrocarril; dedicados hasta entonces a la construcción y reparación de material ferroviario) y las secciones de organizado de cartuchería y fabricación de artificios, así como los almacenes y entrega de producto final en el cuartel de Caballería de Villarrobledo, en la salida hacia Valladolid, donde permanece desde entonces.
Las líneas de producción de cartuchería de Palencia y de Toledo son independientes, ya que Palencia se dedica en exclusiva al calibre 7,92 mm introducido por los alemanes durante la Guerra Civil, en tanto que Toledo sigue con la producción del 7 mm. Las capacidades de Palencia se completan con la confección de estopines para los obuses de 105 y 155 mm, espoletas de Artillería y cartuchos de proyección para morteros. Heredada de Toledo se abre también una escuela de Formación Obrera Profesional.
El primero de enero de 1940 se produce la separación formal de las dos fábricas, comenzando Palencia su andadura independiente. No obstante, se hace necesario concentrar todas las fabricaciones en una única ubicación, por lo que un año después se cede el cuartel de Villarrobledo a la fábrica, poniéndose en marcha un proyecto de ampliación y modernización de las antiguas instalaciones del campamento militar. Las obras finalizan en 1949, simultaneando en esta época las reformas con los trabajos de producción. La fábrica conserva la arquitectura propia de una instalación militar, con una gran explanada central –el patio de armas– rodeada de edificios ocupados anteriormente por loes escuadrones del regimiento.
En el periodo que va desde 1950 a 1963 la actividad se concentra en la producción de munición de calibre 7,92 x 57 mm, confeccionando pequeñas series de cartuchos experimentales a petición de Toledo, del CETME o para los prototipos de Calzada Bayo (el Calzada Bayo es un fusil español del que se diseñaron tres modelos para tres calibres diferentes CB-57, CB-51 y CB-52, que nunca entraron en producción; el más importante fue el CB-57 para munición 7,62 × 51 mm NATO, que derivaba del STG-44 alemán y fue candidato a convertirse en el Cetme modelo A). Al mismo tiempo, cesa la producción de estopines y espoletas, comenzando las pruebas para fabricar partes metálicas del disparo 20 x 110 mm Oerlikon. En 1961 deja de depender del Ministerio del Ejército para integrarse, en calidad de subarriendo, en la Empresa Nacional Santa Bárbara del INI.
En 1967 se produce el cierre de la Pirotecnia de Sevilla y la mayor parte de la producción de ésta, incluyendo la maquinaria, se traslada a Palencia, lo que supone la ampliación y acomodo de nuevos talleres y la entrada de Palencia en el sector de los calibres medios (20 hasta 40 mm) y la cartuchería para pistola (6,35 mm y 7,65 mm). También supone que Palencia retome una de sus antiguas actividades, la fabricación de espoletas, que se prolonga hasta la mitad de los años ochenta (espoleta de culote PBID M 509 A1).
La adopción del calibre de 7,62 x 51 mm NATO por parte del Ejército español supone la necesidad de adaptarse a los estándares de producción y de calidad exigidos por la OTAN. Aunque durante los años que van del 55 al 62 se producen diversos prototipos de nuevas municiones, centradas todas en calibres 7,92 y 7,62, e incluso se fabrican lotes de preproducción con los medios disponibles, estos no son conformes, razón que lleva a la compra de una línea completa llave en mano para la producción del 7,62 NATO.
Esta época constituye la edad de oro de la fábrica palentina, pues además del renovado taller de 7,62 mm, se recibe la orden de poner a punto el proceso para fabricar el 12,70 x 99 mm procedente de la antigua factoría de Manufacturas Metálicas Madrileñas (MMM, como mis iniciales). En 1969, apenas treinta años después del inicio de su actividad, Palencia celebra la confección del cartucho número mil millones.
En la década de los setenta el Ministerio del Ejército adquiere y deposita en Palencia dos líneas de producción y las correspondientes licencias de los calibres 20 x 128 mm y 35 x 228 mm, lo que supone el espaldarazo definitivo para el centro. A finales de los años 80 comienza a considerarse el cambio del calibre reglamentario y se apunta al 5,56 x 45 mm NATO. Esta nueva línea se pone a punto en 1984. Al incremento de demanda del nuevo calibre, se le unen nuevas necesidades en calibres medios, como el 25 x 137 mm para los BMR-VEC y los 20 x 102 Vulcan y 30 x 113 Defa para las aeronaves del Ejército del Aire.
Durante los años 80 se hace un enorme esfuerzo en el área de la cartuchería industrial, deportiva y policial, desarrollando líneas de producción para calibres tales como el .22, .357, .308 y .276 win, aunque el máximo exponente de esta área fue la producción de munición para el revolver .38 de uso policial, del que se vendieron algunos millones de cartuchos. La gran competencia del sector privado, los precios poco competitivos y la carga de trabajo que representaban estas producciones hacen que a principios de los 90 se abandonen las líneas “civiles”. De esta época es también la colaboración con la empresa noruega Raufoss para la mejora de la cartuchería de 12,70 mm.
A principios de los años 90, con la reducción del tamaño de las Fuerzas Armadas, los pedidos de munición caen drásticamente. Se desarrollan e industrializan nuevas familias de municiones: la del 40 x 53 mm para el lanzagranadas del mismo calibre diseñado y desarrollado por la Empresa Nacional Santa Bárbara y la de 30 x 173 mm para el cañón Mauser del VCI Pizarro; de esta época es también el desarrollo de una familia de granadas de mano SB 474, que no llegó a prosperar.
En 1994 se produce el cierre de la Fábrica de Toledo y Palencia se hace cargo de sus líneas de producción; en esta ocasión se cumple el mito de Saturno, pero al revés, es la hija (Palencia) quien devora a sus padres (Toledo y Pirotecnia de Sevilla). Palencia queda en ese momento como único centro de producción de cartuchería y calibres medios en España. Sin embargo, la fábrica, que desde sus inicios se había configurado como una instalación de grandes series, debe adaptarse al escenario de crisis de los noventa, durante el cual los pedidos son cada vez más escasos y de menor entidad y donde la única salida posible es la exportación.
En el año 2001 el INI toma la decisión de vender la Empresa nacional Santa Bárbara de Industrias Militares a la multinacional norteamericana General Dynamics. A estas alturas ya hace varios años que la presencia de personal técnico militar había desaparecido de la fábrica de Palencia. La nueva dirección se encuentra con una factoría sobredimensionada y unas líneas antiguas en unas instalaciones que necesitan una profunda remodelación. El plan estratégico de la nueva empresa propietaria consiste en concentrar fabricaciones, cerrar edificios obsoletos y sustituir las numerosas líneas de producción antiguas por otras en menor número, pero adaptadas a su plan estratégico para España. La crisis del 2008 hace mella en estos planes y los pedidos siguen disminuyendo, por lo que en 2012 se toma la decisión de transferir la fábrica de Palencia a la multinacional noruega Nammo (Nordic Ammunition). En la actualidad la gestión de Nammo Palencia es un caso clamoroso de éxito gracias al mercado exterior. Además del gran complejo de la capital, la fábrica cuenta con una galería de tiro situada en Paredes de Nava, a unos 22 km de la matriz.
Como anécdota citaré el hecho que se viene produciendo en los últimos años, y es que el Ministerio de Defensa español compra munición 40 x 53 mm en el extranjero a pesar de que la fabricada en Palencia está homologada por el propio Ministerio, la fábrica cuenta con una inspección fija de la Dirección General de Armamento que controla todos y cada uno de los procesos de fabricación así como las entradas de materias primas y salidas de producto terminado, mientras que la extranjera no dispone de dichos controles (y paga los impuestos fuera de España).
Con anterioridad a la Guerra Civil, las sustancias y mezclas explosivas utilizadas por nuestros ejércitos y la Armada eran variopintas y estaban basadas en los peróxidos, percloratos, cloratos, nitratos y compuestos nitrados de cadenas aromáticas pesadas; se trataba de explosivos de escasa potencia y poca fiabilidad.
El trinitrotolueno (trilita, TNT), un hidrocarburo de cadena aromática ligera se reveló como un eficaz explosivo militar, aunque de obtención difícil y laboriosa; su producción anterior a los años 40 del siglo pasado estaba muy poco difundida. En 1936 la única fábrica militar con capacidad para producir explosivos rompedores y cargar proyectiles de Artillería era la fábrica de pólvoras y explosivos de Granada.
Como es obvio, la contienda disparó la demanda de explosivos fusibles alternativos a la trilita; así, para la carga de bombas y proyectiles de artillería se empleaba el Amatol cuyos componentes eran más fáciles de adquirir (el amatol está formado por un 92,4% de nitrato amónico grado explosivo, un 6,6 % de polvo de carbón y un 1 % de polvo de aluminio).
La división en dos zonas de la península hizo que el norte careciese de capacidad de fabricación de municiones y explosivos para cargarlas, por lo que se decidió adoptar una serie de medidas urgentes para paliar estas circunstancias. Aparte de militarizar las fábricas civiles susceptibles de producir material militar, una de las soluciones que se adoptó fue la de ordenar al Parque de Artillería de Valladolid (situado en el Pinar de Antequera) que adoptase las medidas precisas para fabricar amatol y cargar proyectiles de artillería y morteros. A finales de noviembre del 36, se constituyó el taller de explosivos y carga de municiones, anexo al Parque de Artillería. El agua y el vapor son elementos fundamentales para la producción, cosas de las que se carecía en el Pinar; se hizo prioritario encontrar un lugar con agua abundante; estos requisitos los satisfacía la destilería de alcoholes de la Sociedad Industrial Castellana a orillas del río Pisuerga en la zona conocida como El Palero.
En noviembre de 1936 echó a andar la instalación conocida como Taller de Carga y Explosivos del Parque de Artillería, capaz de generar el vapor necesario para la producción mediante dos locomotoras que se trasladaron desde la estación de la ciudad. Durante 1937 se reorganizó la industria militar en la zona nacional y el primitivo taller de carga pasó a denominarse “Fábrica Nacional de Valladolid” ya como una instalación independiente del Parque.
La nueva fábrica comenzó produciendo amonal para la carga de proyectiles de 75 y 150 mm. Durante este periodo se dispuso una pequeña planta de nitración y una línea de encartuchado procedentes de la “ayuda” alemana para fabricar tetraleno, lo que permitió la confección de petardos y cebos reglamentarios; posteriormente se puso en funcionamiento una planta para sintetizar tetramonal (mezcla de tetraleno, nitrato amónico y aluminio) para la carga artesanal de granadas de mortero y proyectiles de Artillería. En esta época se cargaron principalmente granadas para el mortero de 45 mm Brixia, cuyas carcasas metálicas se fabricaban por el también vallisoletano taller Miguel de Prado (conocida como granada Valladolid, un ejemplar seccionado de la cual regalé en su momento a la Academia de Artillería con motivo del 250 aniversario de su creación en cuyos actos tuve el honor de participar).
Finalizada la contienda, lejos de ser desmantelada, la fábrica se afianzó y modernizó con apoyo material y científico de ingenieros alemanes. Sus capacidades crecieron, se mejoró la seguridad del taller de tetraleno, se le dotó de una pequeña planta para la producción de polvo de aluminio y se puso en marcha la fabricación de pólvoras de doble base, no pudiendo cambiar el proceso artesanal de carga de proyectiles ni incrementar la producción de pólvora al no disponer de espacio material para crecer.
La imposibilidad de ocupar más terrenos –en las fábricas de pólvoras y explosivos, las distancias entre edificios son muy grandes– junto a la peligrosidad de las actividades que se llevan a cabo en sus talleres y el crecimiento de la ciudad a lo largo del río, aconsejaron buscar un nuevo emplazamiento lejos del núcleo urbano. Así, en la reordenación de la industria militar de 1941 se redactó el proyecto de la nueva fábrica. Las obras se clasificaron como urgentes, a pesar de lo cual la producción continuó en la vieja fábrica hasta 1966, año en que se trasladó definitivamente a la localidad de Cabezón de Pisuerga, a unos 20 km de la capital. A pesar de su corta existencia, la fábrica llegó a ser un elemento más del Valladolid de la posguerra, pues junto a los puestos de trabajo generados, supuso una oportunidad de formación en su escuela de aprendices y un recuerdo de los domingos en el “cine de la nacional” dependiente de la fábrica.
Las necesidades de espacio se estimaron en unas 400 Ha, manteniendo la necesidad de agua abundante, acceso a fuentes estables de energía eléctrica y lejanía a núcleos de población, casas aisladas y vías de comunicación. El emplazamiento elegido presentaba ventajas evidentes además de una orografía beneficiosa y la vecindad de una planta de abonos (Nica), que producía nitrato amónico factible de ser empleado en la carga de proyectiles (se considera que un nitrato amónico es de grado explosivo cuando todos los bloques de plomo sufren un aplastamiento igual o superior al 5 por 100 en el ensayo de detonabilidad. Tiene relación directa con el porcentaje de nitrógeno presente en la muestra. Como agente oxidante produce una mezcla explosiva combinado con un hidrocarburo, generalmente gasóleo o queroseno. El nitrato de amonio con fueloil (ANFO) se usa ampliamente en cantería, pero también es fácilmente obtenible por los terroristas, como en el atentado de Oklahoma. Es también un explosivo en su forma más pura, aunque bastante insensible. El grado de esta peligrosidad se ha demostrado varias veces, como en las terribles explosiones de una planta química en Montreal en 1966 o del puerto de Beirut, Líbano, en 2020).
El proyecto original contemplaba una planta de tetraleno, línea de encartuchado, taller de mezclas, taller de polvo de aluminio, planta de carga de proyectiles y una planta productora de pólvora de simple base para cañones; a esto habría que añadir las obras de infraestructuras y suministro de efluentes. Los trabajos concluyeron en 1961, pero la ocupación de los nuevos talleres no comenzó hasta 1964 (aluminio y tetraleno).
Antes de finalizar el proyecto se planteó, como consecuencia de la ayuda americana (Pactos de Madrid de 1953), un ambicioso plan para construir un gran complejo integral de varias fábricas de pólvoras y explosivos en las que fabricar nitrocelulosa y pólvoras de simple, doble y triple base y confeccionar cargas de proyección y motores cohete, además de dos plantas de gran capacidad para la producción de explosivos “modernos” (trilita y hexógeno), que se completarían con un taller de carga de proyectiles. Todo ello a imagen y semejanza de una instalación del III Reich en Nuremberg. Para ello se recurrió a expropiar más terrenos, hasta alcanzar una superficie de casi 500 Ha, situados a caballo de los términos municipales de Cabezón de Pisuerga y Santovenia. La nueva fábrica se desarrollaba a lo largo de 2,5 Km de la carretera Madrid-Santander y obligó a desviar la carretera, que se trasladó al otro lado del río. También se proyectó un ramal de ferrocarril hasta la fábrica, pasando por la planta de Nica; nunca se ejecutaron las obras.
Pronto se puso de manifiesto el exceso de capacidad de producción concentrada en Valladolid; superaba en mucho la demanda española, más aún si se tiene en cuenta que las capacidades de las fábricas de Granada y Murcia bastaban por sí solas para cubrir tales consumos. Por tal motivo en marzo de 1968 la Fábrica Nacional de Valladolid se declaró “instalación estratégica de actividad reducida” por lo que sólo se autorizaba la explotación de las líneas de extrusión de pólvoras para cohetes (a partir de masa primitiva procedente de Murcia), la confección de motores de cohete (Teruel), la carga de proyectiles con trilita, dos talleres para la integración de disparos de Artillería (cañón y cohete) y la planta de producción de trilita, que pronto se cerró al comprobar que era más barato adquirirla en el mercado exterior debido a la escasa demanda nacional.
A principio de los años 80 se sustituyó la trilita por composiciones más energéticas con hexógeno; para ello se encargó a una empresa francesa la construcción de una planta de gran capacidad de producción (220 proyectiles de 155 mm al día), y capacidad para la carga con hexolita 50/50 (50% trilita, 50% hexógeno). Sin embargo, la adquisición del hexógeno (T4), es costosa, por lo que en 1985 se decidió arrancar de nuevo y modernizar la planta de T4, finalizada en 1988 y que no se había vuelto a poner en marcha debido a sus grandes dimensiones. En esa época, la fábrica de Valladolid se integró en la Empresa Nacional Santa Bárbara. En el periodo comprendido entre 1984 a 1990 se acometió un ambicioso plan de municiones para Artillería y carro (aprox. 120.000 proyectiles de 90, 105, 122 y 155 mm cargados con TNT y HT) y un pedido inicial de 12.500 cohetes Teruel 2; el futuro de la fábrica parecía asegurado por aquél entonces.
Pero al igual de lo sucedido en Palencia, los profundos cambios en las Fuerzas Armadas, con unos presupuestos cada vez más austeros y una drástica reducción de unidades y efectivos, motivaron la revisión y anulación de los contratos en marcha, lo cual, unido a las restricciones para la exportación de material de guerra impuestas en aquellos años, llevaron a acumular grandes pérdidas, no solo por el lucro cesante de los contratos rescindidos, sino por la acumulación de materias primas y procesados intermedios que se habían acopiado y que quedaban sin salida.
El mantenimiento de un complejo como el de Valladolid, con unas capacidades de producción muy por encima de las necesidades de nuestros ejércitos y una deficiente política de exportaciones, empujó a la dirección de la empresa a decidir su devolución al Ministerio de Defensa. El 30 de junio de 2000 los terrenos e instalaciones de la Fábrica Nacional de Valladolid retornan al Ministerio, que la transforma en la base El Empecinado. Actualmente, acoge al Regimiento de Caballería “Farnesio nº 12” y a la Agrupación de Apoyo Logístico nº 61 (AALOG 61), trasladada en 2010 desde sus antiguas instalaciones de La Rubia.
Así finaliza la aventura, iniciada durante de la Guerra Civil, de lo que fue un intento – ¡quizás el último! – de poner en pie un complejo industrial con capacidad para la producción integral de armamento y munición. La fábrica de Valladolid desapareció incomprendida por unos y temida por otros como consecuencia de lo que debía haber sido su principal activo, su tamaño y capacidad de suministro en situaciones comprometidas.
Palencia y Valladolid fueron, junto a la fábrica de Páramo de masa de la multinacional MAXAM, las únicas fábricas militares de entidad de Castilla y León. Hoy, las dos que sobreviven, Palencia y Burgos, lo hacen gracias al mercado exterior, la profesionalidad de sus trabajadores y la calidad de sus productos, apreciados en todo el mundo.
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Quiero añadirle algo con relacion a la fca. de Palencia , ya que trabaje 16 años en Electrolisis del Cobre,
que tuvo la fabrica en las naves de Talleres Miravalles , despues de que las desalojara la fca. de armas.
Dicha fabrica de Electrolisis , de capital catalan ,se instalo en 1940 alli y tuvo por director al Comandante
D. Cesar Ordax Avecilla , que pertenecia a la Fca. de Armas y por la tarde era el director de la Electrolisis.